ANDARES POLÍTICOS: AMLO y la urgencia “gringa”

Benjamín TORRES UBALLE

Además de imaginar las debidas formalidades entre Andrés Manuel López Obrador y el trabuco que enviaron los gringos para entrevistarse con quien será el próximo presidente de México, sólo es posible conjeturar para conocer el propósito real de la visita. Las “estrategias” políticas impiden saberlo con precisión. No obstante, los subordinados de Trump no vinieron precisamente a mostrar su euforia por la aplastante victoria del tabasqueño. Tampoco, a comprar el avión presidencial.

Sin embargo, aun en la complicada relación actual de nuestro país -y en general de América Latina- con Estados Unidos, sí es posible aventurarse para deducir que la urgencia del inestable mandatario estadunidense por contactar a López Obrador, obedece al constante pánico de tener como vecino a una nación, cuyo gobierno “peque” de izquierda. A pesar de que AMLO nada tiene de izquierdista.

Exacerbado por lo que está sucediendo en Venezuela y Nicaragua, el miedo de la administración encabezada por el rijoso, discriminador y autoritario Donald Trump, está a flor de piel. En la enfermiza necesidad del Tío Sam por considerar a todos sus vecinos del sur como el patio trasero de la unión americana, ha generado una serie de rencores que, cada día, pagará más caros.

Desde luego que el maltrato ancestral del imperio yanqui a cualquier país es condenable en todas sus formas, pues se ha basado en su poderío militar y económico, es decir, en la violencia, intimidación, explotación, depredación financiera y abuso comercial, entre otras linduras. Pero una cosa –sin justificarla- es que, por ejemplo, los abominables dictadorzuelos Nicolás Maduro y Daniel Ortega  no estén al lado de la frontera estadounidense y otra que, un presidente, al que le han hecho fama –tal vez bien ganada- de ideas contrarias a los vastos intereses norteamericanos, como es el caso del líder de Morena, permanezca justo al otro lado de su “muro” fronterizo.

No es un secreto que diversos sectores de Estados Unidos expresaron sin ambages, durante el proceso electoral, su rechazo a que AMLO se convirtiera en presidente mexicano. En el equipo presidencial de Trump, las voces fueron insistentes al respecto, también en el sector financiero, así como en el Congreso. Pero el discurso de Andrés Manuel y las encuestas a su favor encendieron entonces los focos rojos en la Casa Blanca. Sabían que el triunfo de AMLO era inminente.

Por eso, inferimos, hoy están aquí, eficazmente presurosos. Incluso, debieron tener listos desde antes del 1 de julio pasado, diversos escenarios. No olvidemos que al gobierno de Enrique Peña Nieto, el peliteñido Trump le tomó la medida desde que éste era candidato, de hecho, su oferta electoral estuvo basada en injuriar a los mexicanos, no dudó en calificar a los inmigrantes connacionales, como “violadores” y “criminales”. Peña Nieto y su equipo, adoptaron una actitud sumisa; hubo “respuestas”, sí, pero con más intención mediática que la de responder decididamente ante la avalancha de ofensas.

Todos sabemos que la relación México-Estados Unidos históricamente ha sido ventajosa para estos. La disparidad entre ambas naciones en muchas áreas, es simplemente abismal. La dependencia de nuestro país es evidente. Verbigracia: el 80% de las exportaciones nacionales no manufactureras son adquiridas por los estadunidenses; los paisanos radicados más allá de la frontera norte, envían anualmente más de 20 mil millones de dólares al año, en tanto, miles de turistas provenientes de aquellos lares, visitan la república mexicana. Esto nos hace recordar la famosa sentencia de que si a Estados Unidos le da catarro, a nosotros nos afecta una pulmonía. Una verdad lapidaria.

Resulta, por lo tanto, que la relación con los gringos no va a cambiar mágicamente con la llegada de AMLO al poder. Es muy compleja y nada tersa. El gobierno de Estados Unidos no ve amigos en sus contrapartes –porque no los tiene-, sino intereses. El Rayito de Esperanza debe tenerlo muy claro, y echar mano de sus mejores oficios políticos, pues en caso contrario corre el riesgo de que se convierta también, -según su frase recurrente- en otro Payaso de las Cachetadas.

Llegó la hora de la verdad para don Andrés Manuel. Quedó atrás la retórica en contra de las autoridades estadounidenses; a partir del inminente 1 de diciembre lidiará con un mandamás norteamericano que detesta todo lo que huela a México y que con un simple tuit hace temblar a la moneda azteca o que se caiga la bolsa. Vamos a ver de qué está hecho quien regirá el destino de nuestra patria el siguiente sexenio. Conscientes de la realidad de ambas naciones, AMLO debe actuar con firmeza. Si la comitiva estadounidense buscó el acercamiento y hablar de los temas álgidos como el TLCAN, la migración, seguridad, narcotráfico y contrabando de armas, hay que tomarlo en su justa dimensión, sin echar las campanas al vuelo.

Un hecho contundente, es que Estados Unidos debe mejorar, aunque convenencieramente, su actitud hacia nuestro país. Suena muy fuerte, pero México no puede vivir sin Estados Unidos y éste, sin todo lo que significa la grandeza de los mexicanos, que ha dejado su impronta en lo que hoy es la unión americana. Si ahí lo niegan, merece la más absoluta anatema.

@BTU15

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