EN OTRO CANAL: Las dos caras de las víctimas

Armando REYES VIGUERAS

Algo preocupante es que después de crímenes sucedidos en el actual contexto de inseguridad que vive el país, se difunden datos que buscan involucrar a las víctimas en temas de crimen organizado. Así, para muchas personas no hay que lamentarse de asesinatos, porque se trataba de personas que o estaban vinculadas con grupos delictivos o eran familiares de algún personaje que quebrantaba la ley. Pero el problema es que esta actitud se aplica por igual desde la derecha que desde la izquierda, sin importar que se hable de niños incluso.

Todos son culpables

Si algo ha dejado como lección el caso de los integrantes de la familia Le Baron recientemente asesinados en Chihuahua, es que no faltara quien resalte una probable relación con actividades ilícitas sin importar que se trató de mujeres y niños.

Y no es una costumbre reciente, pero sí una que preocupa por la manera en que se difunde a través de redes sociales y algunos medios tradicionales.

Los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa también fueron vinculados a actividades delincuenciales, como una manera de explicar lo sucedido aquella noche de septiembre en Iguala.

En un contexto de inseguridad en el que los asesinatos son el pan de cada día, la relación de éstos últimos se esconde detrás del término “ejecuciones”, para recalcar que se trata de ajustes de cuenta entre bandas rivales.

Ya antes se había mostrado preocupación por las víctimas de violación, muchas de quienes eran señaladas por su forma de vestir o por hacer insinuaciones, como si eso mereciera ser tratada de manera tan brutal.

Las redes sociales han contribuido a este tipo de conductas, al desplegar con la rapidez que les caracteriza las versiones que vinculan las muertes de seres humanos con grupos de la delincuencia organizada, a lo que algún usuario de estas herramientas de comunicación dirá que no le conmueven los asesinatos o que lo tenían merecido, como sucedió a propósito de la masacre de miembros de la familia Le Baron.

De los normalistas de Ayotzinapa se han leído comentarios parecidos.

Lo anterior nos deja ver una faceta negativa de nuestra sociedad, pues la muerte de un ser humano —que puede ser un niño— no genera pesar, sino la búsqueda de los antecedentes para justificar lo sucedido.

Que también se quiera disculpar las omisiones de un gobierno, sin duda, como también se busca favorecer a un bando político en contra de sus adversarios, todo lo cual ha hecho que nuestro país ocupe un deshonroso lugar de privilegio entre las naciones con más problemas en el ámbito de la seguridad pública.

Otro rasgo preocupante, es que esto es practicado lo mismo por quienes se identifican con la derecha como por quienes se dicen de izquierda.

Para unos, los normalistas eran parte de un grupo criminal y se metieron con la droga de un cártel guerrerense; para los otros, los miembros de la familia Le Baron son parte de un clan con antecedentes penales y vínculos con personajes cuestionables de la política nacional.

Todo en aras de tratar de justificar desapariciones o asesinatos que, simplemente, no deberían ocurrir en nuestro país.

Hace pocos años se denunció que la tragedia de la Guardería ABC no recibió el mismo trato que la que se dio en el Colegio Rébsamen, incluso se acusó a cierto productor televisivo de no darle difusión a los padres de familia de la capital, porque no convenían a sus causas políticas.

Y es que no es para menos la queja, pues se acostumbra lucrar con ese tipo de tragedias, en especial para golpear a los adversarios políticos, sin reconocer que se trata de seres humanos como nosotros y que, inclusive, podríamos ser las siguientes víctimas.

Pero en un país polarizado y dividido, no es de extrañar que la muerte de alguien genere pesar en algunos y hasta alegría en otros, pesando más la evaluación o la conveniencia política que la consideración de un supuesto humanismo que hoy algunos están tratando de presumir.

Así que entre este tipo de tratamiento a hechos lamentables y la manipulación que se da, junto a la propensión a difundir imágenes sangrientas, la muerte cotidiana en nuestra calles sólo sirve para propaganda.

En tanto el gobierno, principal responsable de la seguridad pública, se debate en sus contradicciones internas y evadiendo lo que le corresponde.

Al final de cuentas, tiene quien lo defienda y culpe a las víctimas.

@AReyesVigueras

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