Benjamín TORRES UBALLE
Ricardo Monreal Ávila es un político astuto, preparado, incluso imparte cátedra en la UNAM. Su rival es muy ruda, carece de estilo depurado pero es una vigorosa fajadora consumada. Hija de un priista que fue diputado, senador y gobernó su tierra natal. Layda Sansores San Román está convertida en la eficaz golpeadora del poder en turno. Primero se despachó a su paisano Alejandro Moreno Cárdenas con una serie de audios comprometedores que terminaron por doblar al dirigente del PRI.
Sansores cumplió con Morena su gran anhelo: ser gobernadora de Campeche. Para lograrlo ha mostrado una lealtad a ciegas, tal como lo exige el presidente López Obrador. Incluso, cuando era aspirante a competir por la Alcaldía de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México, no dudó en besar la mano de López Obrador (bit.ly/3DldRJV). La controversia suele acompañar a la campechana.
A la señora Sansores le encomendaron la misma tarea que ejecutó en contra de “Alito” -quien por cierto también gobernó Campeche-, pero ahora hacia Ricardo Monreal Ávila, uno de sus correligionarios. La arremetida inició la semana pasada con una amenaza que luego fue cumplida al dar a conocer en el llamado “Martes del Jaguar” una serie de chats entre Monreal y Moreno.
Pero sucede que Layda Sansores no lo hizo motu proprio, sabe que no se puede ir por la libre. Monreal Ávila es nada menos que el operador político de AMLO en el Senado y requiere necesariamente del zacatecano para que transiten sus iniciativas en la Cámara alta. La inquina viene de los grupos duros de Morena que lo acusan de haber operado en contra del partido en las elecciones pasadas donde la oposición tundió al partido oficial y perdió varias alcaldías en CDMX.
El Presidente está convencido de la supuesta “traición” y desde entonces Monreal quedó en una especie de veto palaciego. Mas el también coordinador de los senadores morenistas y presidente de la Junta de Coordinación Política, no es una perita en dulce. Ha sabido mantenerse con bastante éxito en la vitrina política a pesar del desdén presidencial y los ataques de quienes le tienen aversión. Superó la resistencia de López Obrador a incluirlo en su baraja de “corcholatas”.
De algún modo, la guerra entre Layda Sansores y Ricardo Monreal no causa sorpresa. Es el resultado de los variados intereses entre las diversas tribus guindas que finalmente erosionará de modo importante la aparente solidez del movimiento obradorista. El sostén del movimiento morenista es López Obrador, en la medida que éste se va debilitando, lo hace también Morena.
Por lo pronto, Monreal ya denunció a Sansores en la Fiscalía General de la República, y a través de su cercano, Alejandro Rojas, acusó a Layda de tener 83 propiedades, pagadas de “cash”. Hecho que no deja de ser estrictamente mediático, pues sabido es que Gertz Manero acatará las órdenes que emanen de Palacio en el conflicto entre ambos contendientes. Lo probable es que la balanza se incline para defender a doña Layda, pues a Monreal lo quieren fuera de la sucesión presidencial.
Aunque el político zacatecano ha reiterado que no se dejará intimidar ni se irá de Morena, la realidad muestra que de facto está fuera del partido. Lo prueban los ataques recientes que necesitaron del visto bueno del máximo jefe político de Morena para realizarlos. Si Monreal no se ha marchado de
Morena es porque, como lo ha enfatizado, no desea hacerlo por la puerta trasera. Sabe que al efectuarlo así perdería ventajas que actualmente conserva y estaría indefenso ante la feroz jauría.
Una mirada más amplia a lo que sucede en el partido fundado por López Obrador, permite corroborar la implosión que terminará por derruir a Morena, tal como sucedió con el PRD. En realidad el Movimiento Regeneración Nacional en sentido estricto no es un partido político, es, efectivamente, un movimiento cuyo sostén es un solo hombre. Si ese hombre comienza a perder la autoridad y control sobre él, el fin llegará más temprano que tarde. Hoy, todo indica que así será.
Como gobierno, Morena ha sido una gran decepción. Y no es una opinión subjetiva. Los resultados luego de cuatro años de gobierno son francamente decepcionantes. La inseguridad y violencia está completamente desbordada. Las masacres y ejecuciones dejaron ya como resultado los años más violentos en el sexenio obradorista. La semana del 23 al 28 del mes en curso registró 520 asesinatos, para convertirse en la más violenta del año. La absurda estrategia de los abrazos, nunca funcionó.
Si hablamos de economía, ahí hay otro fracaso gubernamental; el prometido 6% anual sólo quedó en el discurso demagógico, al igual que el ofrecido sistema de salud público como el de Noruega o Dinamarca. El retiro del Ejército a sus cuarteles, es una más de las mentiras obradoristas. No se diga la venta del avión presidencial que sigue sin poder efectuarse. Mientras que las obras emblemáticas de López Obrador siguen en la polémica por inviables e inservibles para la sociedad.
Así que la guerra de lodo entre Layda Sansores y Ricardo Monreal, es sólo el preámbulo de la esencia virulenta y autodestructiva de quienes conforman el movimiento ideado por AMLO. Y no sorprende.
@BTU15