Benjamín TORRES UBALLE
Tanto Incondicionales como detractores del presidente Andrés Manuel López Obrador saben que se han cometido muchos yerros en dos años de gestión gubernamental. Que los primeros no lo acepten en público, es normal. Sin embargo, los hechos están a la vista de todos. A pesar de que el mandatario recurre a sus “otros datos” y presume, sin mostrar evidencia alguna, que cuenta con el apoyo del 70% de la población, la realidad presenta información muy diferente.
El último reporte de el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), que da seguimiento al desempeño de AMLO, en el renglón Avance del país, exhibe aspectos desfavorables de la administración lopezobradorista y cómo éstos impactan negativamente en la aprobación ciudadana hacia el Presidente, a niveles que descarrilan el infundado optimismo oficial.
De acuerdo al documento de GCE, al pasado 30 de noviembre, en cuanto al avance del país, el 55.7% de los encuestados considera que actualmente el país permanece estancado. Lo significativo es que cuando López Obrador asumió el poder, este rubro arrojaba 45%, es decir, aumentó un 10%. Destaca también en esta variable, que el 19.1% siente que México va retrocediendo, mientras que sólo 22.7% piensa que se avanza, esto contrasta con el 67.6% que tenía AMLO cuando llegó a los 100 días de gobierno.
Pero cuando GCE preguntó a la gente qué opinión tiene de López Obrador, 55.5% la calificó como muy buena y buena, aunque distante del impresionante 80% que registró el día de su toma de posesión. La caída de 25 puntos refleja el natural desgaste por el ejercicio del poder, empero también por los mencionados errores y aspectos que lo han rebasado, como la inseguridad, la debacle económica que ya venía desde antes de la pandemia y la crisis sanitaria derivada de ésta.
Y el trabajo demoscópico del Gabinete de Comunicación Estratégica incluye una pregunta curiosa:
¿Si usted tuviera que salir de vacaciones, le confiaría las llaves de su casa al Presidente Andrés Manuel López Obrador? 40.4% respondió positivamente, en tanto que el 56% señaló que no.
Los resultados anteriores son reflejo de los actos de gobierno del presidente López Obrador, donde destaca su personalidad autoritaria y se conduce, al más puro estilo del otrora villano favorito del tabasqueño, Carlos Salinas de Gortari, con la filosofía de no oír ni ver a los demás. Así, aquellos que le rodean temen contradecirlo por más absurdas que sean sus decisiones y no les ha quedado de otra que alinearse en esa vergonzosa sumisión para seguir viviendo del presupuesto; quienes han tenido una pisca de dignidad, decepcionados, se bajaron de la autollamada cuarta transformación.
No es descabellado que en los resultados presentados por el GCE, influyan también los grandes escándalos de la administración encabezada por López Obrador. El de su hermano Pío López Obrador recibiendo bolsas con efectivo, representó un misil que causó enorme daño a su imagen y a su estandarte del combate a la corrupción, máxime que a la fecha todo indica que la supuesta investigación a Pío tendrá como destino el archivo de la impunidad de los hermanos incómodos.
Mas el catálogo de pasivos que arrastra el señor presidente, es amplio y variado. Va desde el “culiacanazo”, el saludo a la mamá del “Chapo” Guzmán, la visita a Trump en pleno proceso electoral estadounidense, recoger al indeseable Evo Morales y hospedarlo en México, reñir con la prensa, cancelar con encuesta “bananera” la construcción del aeropuerto de Texcoco, empeñarse en construir una refinería inviable en Dos Bocas, negarse a dar estímulos fiscales a pequeños comercios e industrias para salvar puestos de trabajo, hasta reírse de las masacres en la República.
Otra equivocación mayúscula, es el sistemático asedio presidencial a las Instituciones del Estado, como la que en la actualidad enfrenta el Banco de México a través del servil Congreso en una clara intromisión a su autonomía; pero esta clase de atentados también los resiente, por ejemplo, el INE.
Últimamente, López Obrador tuvo que aguantar otro cañonazo de una investigación periodística, que denunció a su prima hermana Felipa Obrador, como beneficiaria de contratos otorgados por Pemex con importe de 365 millones de pesos. Actos como este echan por tierra la desgastada frase en Palacio Nacional de que “no son iguales a los gobiernos anteriores”. Hasta hoy, parece que sí.
Gobernar México no es nada sencillo, y no lo es porque son varios Méxicos en el territorio con características muy distintas y complejas. Tampoco lo es porque arrastramos como nación siglos de atraso, pobreza, saqueo y corrupción de políticos voraces y negligentes. Pero esta tarea se vuelve aún más difícil si se pretende realizar con base a caprichos, demagogia, ocurrencias, odio y venganzas políticas. El pueblo, efectivamente, lo sabe, de ello no hay la menor duda.
Hoy, ese “pueblo bueno y sabio” pasa uno de los tiempos más difíciles que se recuerden; está al límite del hartazgo por el encierro de nueve meses, por la carencia de ingresos, por la violencia, y por sobre todo eso, los 113 mil muertos por Covid-19 que ha mostrado la pésima estrategia del gobierno con un bufón al frente de esa responsabilidad llamado Hugo López-Gatell a quien López Obrador se ha negado a echar por los resultados desastrosos. De ello, AMLO es responsable.
Así que no sorprende el hecho de que AMLO vaya perdiendo gas en su aprobación si no hay resultados positivos en su trabajo. Faltan largos cuatro años de su gestión, pero sólo seis meses para la elección donde se plasmará la calificación inobjetable de los mexicanos.
@BTU15