Sí, acudiré puntualmente a la urna, pero salvo que encuentre al candidato idóneo -oculto quien sabe donde- anularé mi voto en la demarcación política de la Ciudad de México que me corresponde, con plena conciencia de lo que esto representa.
¿Por quién votar? ¿Por un PRI que presume de ser un nuevo PRI y se comporta con el cinismo y corrupción del viejo PRI? ¿Por un PRI que ha manejado el país durante muchos, pero muchos años con reducidos espacios cedidos temporalmente a otros partidos que también han decepcionado a la ciudadanía?
¿Por el PAN y sus “moches” que ha traicionado el pensamiento de su fundador D. Manuel Gómez Morín? ¿Cómo justificar los doce años en el poder en los que tanto pudo hacer e hizo tan poco?
¿Por el PRD y su trágico ejemplo del asunto de Guerrero en donde una espantosa corrupción asomó su rostro con consecuencia brutales e inexplicables, aún cuando el PRI ha comprado una buena parte de este asqueroso episodio?
¿Por Morena y como consecuencia por su dueño, Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido incapaz de posicionar las tesis de una izquierda sensata y equilibrada que tanto necesita nuestro país? Hombre ambicioso, sediento de poder, capaz de hablar como misionero para esconder sus verdaderas intenciones.
No vale la pena hablar de la chiquillería cuyo propósito es tan sólo no perder el registro ni los recursos económicos que esto trae aparejado.
No, no votaré por ninguno de ellos. Emitiré mi voto en blanco y estaré tranquilo con mi conciencia. Los partidos políticos, todos ellos, son una verdadera decepción.
¿Qué han hecho los hombres en el poder, del partido que sea, para aprovechar el enorme potencial de nuestro México? Lo he dicho en repetidas ocasiones: sus litorales en el Atlántico y en el Pacífico, su frontera con el país más poderoso del mundo, sus extraordinarios recursos naturales, su riqueza cultural, sus pueblos y ciudades maravillosas, hermosas playas plenas de belleza en las costas de ambos océanos, su clima extraordinario en gran parte de su territorio, sus tradiciones, sus bailes, su comida, el trato afable por parte de la mayoría de sus habitantes hacia los turistas, sus templos –la mayor parte católicos- incluyendo nuestra portentosa catedral y la Villa de Guadalupe, portadora de una historia asombrosa…y tantas y tantas cosas más.
Políticos corruptos que pasean con toda desfachatez en México y en el extranjero sin encontrar el rechazo público del que son merecedores. Aplaudimos el reciente caso del director de CONAGUA y el merecido castigo por el uso indebido de un helicóptero, pero esto es una raya en el agua, en aguas tormentosas llenas no de helicópteros, sino de “transa-tlánticos”.
No, no podré votar, por congruencia conmigo mismo, a favor de partido alguno. Votaré sólo para fortalecer a través de mi sufragio a nuestra maltratada y recién parida democracia que tanto trabajo nos ha costado situarla como sistema de gobierno. Una democracia que todos estamos obligados a impulsar a pesar de los pillos que se refugian bajo sus enaguas.
¿Candidatos independientes?
Pueden ser una alternativa. Estudiemos su vida profesional y personal, y si efectivamente representan responsablemente los legítimos intereses de la ciudadanía, no rechacemos esta posibilidad cuyo éxito se vislumbra remoto pero que es digna de contemplarse.
Como en todos los casos, se encuentran excepciones y yo he encontrado, entre ellas, a tres mujeres valiosas que son ampliamente conocidas: Beatriz Paredes, Margarita Zavala y Josefina Vázquez Mota. Mis respetos y mi admiración por su trayectoria.
Entretanto, y en el corto plazo, tengamos la esperanza de encontrar algunos candidatos íntegros en las distintas posiciones vacantes para las próximas elecciones del 7 de junio, esperanza que debe unirse al deseo de que no sean arrollados por la partidocracia
tradicionalmente incapaz y corrupta.
La esperanza es lo último que se pierde y debemos luchar no solo para conservarla sino para hacerla realidad.
Mañana será otro día.
(EL FINANCIERO/Suscripción)
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