Rosy RAMALES
Ha sido denominador común la baja participación ciudadana en las urnas electorales en elecciones intermedias, tanto federales como locales.
Y las elecciones de 2021 son intermedias en ambos ordenes, salvo en las 15 entidades federativas donde renovarán gubernatura:
En Baja California Sur, Baja California, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Nuevo León, San Luis Potosí, Colima, Michoacán, Guerreo, Querétaro, Tlaxcala y Campeche, donde además elegirán diputaciones locales y ayuntamientos; incluso en esta última entidad también renovarán cargos auxiliares.
En tales entidades federativas seguramente habrá alta la participación ciudadana, porque las elecciones a la gubernatura siempre son más concurridas. Vaya, se trata de obtener el control económico y político, más que la conducción de la administración pública.
Incluso, una elección de titular del Poder Ejecutivo jala a las otras elecciones cuando la persona postulada representa una candidatura arrolladora o por lo menos fuerte. Un claro ejemplo fueron los comicios 2018; el candidato Andrés Manuel López Obrador dio el triunfo a casi todas las candidaturas de la coalición “Juntos Haremos Historia” (Morena-PT-PES).
Generalmente ocurre a la inversa cuando para encabezar el Poder Ejecutivo se postula una candidatura débil, sin suficiente presencia o con aspectos negativos que terminan restándole preferencia electoral. Ejemplos: Los abanderados del PRI en 2000 y 2018, Francisco Labastida Ochoa y José Antonio Meade Kuribreña, respectivamente.
Evidentemente, en el triunfo o en la derrota influye de manera determinante la aceptación o el hartazgo hacia el partido político artífice de la candidatura. Además, las victorias y debacles son productos multifactoriales; cuentan también los pactos, las coaliciones y las traiciones.
Retomando el tema de la participación ciudadana; ésta suele ser alta en elecciones “madre” (cuando la principal es la presidencial o la gubernatura), aunque solo se ha acercado al 70%. Por ejemplo, en los comicios presidenciales del 2000 y 2018 llegó al 63.97% y al 63.4%, respectivamente según las estadísticas del Instituto Nacional Electoral (INE).
(Paréntesis: Hubo mas votantes en la elección donde ganó el panista Vicente Fox, que en la de AMLO. Qué datos tan interesantes se encuentran en las estadísticas).
El mismo comportamiento muestra el electorado en elecciones de gubernatura; alta participación ciudadana, aunque en la mayoría de los casos sin rebasar el 70%. En otras palabras, en elecciones del titular del Ejecutivo es bajo el índice de abstencionismo.
Lo ideal sería que en cualquier elección, intermedia o principal, la participación se ubique en el 90% ó más. Pero eso difícilmente lo veremos en México; lo veremos quizá hasta cuando se haga efectivo el voto obligatorio.
En el contexto anterior cabe preguntar: ¿Cuál es la proyección de participación ciudadana en las urnas electorales para 2021?
Si es elección intermedia, podría pronosticarse que baja. Como ocurrió en los recientes comicios de Coahuila e Hidalgo; en ambas entidades no superó el 50%; en la primera entidad donde eligieron diputados locales la concurrencia a las urnas electorales fue de alrededor del 39%; y en la segunda, donde eligieron ayuntamientos llegó casi al 49%.
Baja, como casi todas las intermedias.
Pero la intermedia de 2021 es sui géneris, porque tiene un nuevo factor: Es concurrente en las 32 entidades del país. Pero además está marcada por la pandemia COVID-19 y por consecuencias de la misma: Hogares enlutados, cierres definitivos de fuentes de empleo, hambre, aumento de la mendicidad y de la violencia, etc.
Aunado a ello, marcada también por la insuficiencia del presupuesto público, crisis en Pemex, aumento de medidas temerarias recaudatorias, indolencia oficial para salvar pequeñas y medianas empresas, falta de obra pública, y la fría actitud de legisladores y funcionarios ante la situación que atraviesa el país y de manera particular cada entidad federativa.
Y por si fuera poco, la postura fría, cruel, de los partidos políticos y de quienes aspiran a cargos de elección popular: Lucrando electoralmente con la pandemia, usando recursos públicos en sus campañas adelantadas, y empezando el despilfarro en espectaculares.
Sin excepción, partidos y candidatos van por el voto de los sectores más desprotegidos.
Las adversas circunstancias económicas, políticas y sociales de las cuales no escapa ningún rincón de nuestro país, ¿repercutirán en alta o baja participación ciudadana?
No es solo medir el abstencionismo para efectos estadísticos. Más bien, se trata de hacer proyecciones sobre triunfos o derrotas electorales en base a los índices de participación ciudadana sobre sectores determinados.
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