El abrevadero de Salomón / Luis Donaldo Colosio: A 21 años de distancia.

Por Salomón Peregrino

“Ellos tienden contra sí mismos una emboscada sangrienta, están al acecho contra sus propias vidas”

Ya sin el dolor de los primeros años, el PRI conmemora el XXI Aniversario Luctuoso de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Recién había cumplido 44 años de vida, el 10 de febrero de ese 1994. Para el PRI, como nunca antes en sus 65 años de existencia política, resultó un año fatídico. Se evidenciaba un sistema gubernamental que ya daba visos de agotamiento y hartazgo social; mostraba a un presidente, Carlos Salinas de Gortari, que veía caer de manera estrepitosa toda la popularidad que había logrado de manera magistral durante los 5 años iniciales de su gobierno y que con este suceso violento, y el levantamiento armado del EZLN el día 1 de enero de ese mismo año, en la recta final de su mandato sexenal todo lo anterior sería cosa de un pasado sin memoria histórica.

México, en ese momento, era un país fuertemente conmocionado. La lucha por el poder presidencial se empañaba de forma trágica al cobrar la vida de un mexicano que anhelaba dirigir a su patria y que, de haber llegado a ser Presidente de la República, queda la duda si habría logrado concretar su proceso de transformación política al interior de su partido y de haber podido instrumentar con éxito su proyecto de gobierno; ese mismo que alimento y fue madurando por más de una década.

Luis Donaldo Colosio, desde aquel lejano 28 de noviembre de 1993 en que se hizo oficial su candidatura para contender en el proceso presidencial del 21 de agosto de 1994, fue un hombre formado y forjado bajo la ortodoxia de un sistema político que le permitió alimentar con auténtica fortaleza su aspiración de dirigir los destinos de la nación, desde que Carlos Salinas fue electo presidente de México en 1988.

Salinas y Colosio coinciden en el PRI por vez primera en 1981. Cuando el primero fue Director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales del CEN del PRI y el segundo era Subdirector de análisis para la planeación del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPES) del PRI del D.F.

Ambos, con enormes coincidencias: Licenciados en economía y con estudios afines de Doctorado. Los dos, estudiantes de excelencia académica y con un especial interés por lograr un cambio profundo en el sector rural; de inicio.

Este es el inicio de una nueva y fructífera relación personal para Luis Donaldo, quien, cuentan, se caracterizaba por ser un hombre discreto pero con buen sentido del humor; exigente en el trabajo y con una visión clara para alcanzar la transformación que el país requería (y que continua requiriendo de manera urgente).

Colaborador cercano de CSG en la secretaría de programación y presupuesto de 1982 a 1985; diputado federal en la LIII Legislatura y presidente de la comisión de programación y presupuesto de esa Cámara baja; Senador y presidente nacional del PRI de 1988 a 1992; primer titular de la todo poderosa Sedesol durante el sexenio Salinista, cargo que ocupa hasta que es nominado candidato presidencial.

Luis Donaldo supo mostrarse como demócrata en el terreno político, así lo reflejo en 1989 al reconocer la primer derrota por una gubernatura, la de Baja California; convencido que los márgenes de desigualdad social debían de estrecharse en vez de seguir ampliándose como hasta ahora, convirtiéndose en un candidato presidencial de firme compromiso liberal y arraigada convicción social. Retomando en sus discursos públicos y promesas de campaña, durante ese breve periodo de contienda presidencial, los principios revolucionarios que dieron origen a su partido.

Su discurso del 6 de marzo, en el monumento a la Revolución, queda para la posteridad. Un mensaje que se ha llevado al análisis en reiterados momentos y aún sigue siendo recordado por su alto contenido social y político. Grandes reflexiones que vertían los gritos ahogados y el dolor reprimido de nuestro pueblo.

Jamás podremos saber si Luis Donaldo, de haber sido Presidente, hubiese logrado cumplir sus promesas de campaña. Pero la franqueza que lo distinguía como persona, concede esa posibilidad en la duda.

El mejor homenaje póstumo que el PRI le pudiera ofrecer a Colosio, se ve distante y pequeño ante la grandeza de una imagen que nadie ha podido superar. Vamos, ni siquiera igualar. Y eso, eso pesa demasiado en un segmento muy importante del voto fiel del PRI.

Colosio demandaba lo que México exigía sin mayores retrasos ni demagogia: “Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, la corrupción y la impunidad”.

Su pensamiento seguirá vigente por muchas décadas más. Que los agravios que padecemos y que tanto señaló, se acaben pronto. Ese es el México que debemos heredarle a nuestros hijos. Ese es el México con el que soñó Colosio.

Entre el priismo de Oaxaca, conocer la historia de Colosio es tarea fácil. Interpretarla en su amplio contexto social, algo complicado. Procurar imitarla, entre las hordas que actualmente existen al interior, prácticamente imposible.


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