Salomón Peregrino
“La sabiduría clama por las calles, en las plazas hace oír su voz”.
Una sociedad con auténtica necesidad de progreso, jamás debe permitir equivocarse de manera consecutiva.
Oaxaca, literal y políticamente hablando, hoy como nunca antes se ve representada en un enorme mosaico policromático de profundos contrastes. Y no solamente por su extensa pluralidad étnica y lingüística, o por su grandiosa biodiversidad, o por su maravillosa riqueza cultural, artesanal y gastronómica; infortunadamente, nuestra población también padece el irracional distingo gubernamental en oportunidades reales de progreso y desarrollo.
Siendo esto último, tarea que compete atender a los tres órdenes de gobierno y, principalmente, a los tres poderes del Estado. Sin embargo, la falta de compromiso real por parte de todos los actores políticos y servidores públicos que debieran ocuparse de ello, nos conduce a concluir que contamos con un modelo electo de gobierno fallido.
La conjunción de colores e ideologías tan divergentes, en la banal búsqueda del poder por el poder; concluyen que, un resultado favorable en las urnas no representa garantía de un gobierno con amplio concenso ciudadano. La suma de las minorías, jamás podrá representar adecuadamente la voluntad de una amplia mayoría.
Durante la presente administración estatal, y lo que se lleva de la actual federal, las brechas de la exclusión y la desigualdad social han ido en continua escala ascendente. Para la federación, Oaxaca es índice obligado en la medición de impacto que representan todos sus programas asistenciales; y seguros podemos estar, que aún les sigue faltando mucho por hacer. Para el gobierno estatal, a más de 4 años de extenuante distancia, sus estadisticas más optimistas se aprecian cual falaz espejismo; la única realidad inobjetable, es el incremento de la pobreza extrema en más hogares oaxaqueños.
La distribución de cotos y de cuotas impuestas a Gabino Cué desde el inicio de su periodo por parte de partidos políticos, sindicatos, organizaciones y diversos personajes afines a él, ha sido el factor dominante para mantener a Oaxaca sumida en la peor etapa de su historia.
El escenario presente empezó a dibujarse desde aquel lejano 1 de diciembre del 2010. La distribución efectuada en los diversos espacios públicos que ofrece la estructura de los tres poderes del gobierno estatal, permitieron presagiar desde entonces lo que hoy padecemos: falta de capacidad en el Poder Ejecutivo; carencia de compromiso en el Poder Legislativo y ausencia de credibilidad en el Poder Judicial.
En el sentir popular, esto se proyecta de la siguiente manera: Un gobernador insolente, rodeado de una cruenta y probada pandilla de corruptos. Una junta legislativa permanentemente absorta y distraída, siempre ocupada por los intereses particulares de quienes la conforman y mayormente preocupada por las prebendas que puntualmente le son asignadas a cada grupo parlamentario. Un magistrado presidente sin trayectoria ni formación en juzgados judiciales, producto de una concertacesión mediática a costa de la autonomía y urgente funcionalidad que la ciudadanía exige del Poder Judicial.
Esta es, sin mayor adjetivo descriptivo o calificativo, la breve semblanza de un modelo mutante que nació con amplias expectativas ciudadanas; e incluso, entre sus detractores de origen, con un inicial recato de duda. Hoy, ese engendro amorfo se ha tornado en una grotesca historia que jamás nadie nos merecemos se vuelva a repetir.
Yo… no volvería a confiar en ellos juntos. Seguro estoy, que usted tampoco.
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