Moisés MOLINA
Hace dos semanas tuvo lugar en México el segundo Congreso Sílex, encuentro académico que trae desde Europa y otros países de América a los más reconocidos teóricos de la Filosofía y la Teoría del Derecho en la actualidad para exponer y debatir los grandes temas que subyacen a la práctica jurídica.
Este congreso se llamó Derechos/Poderes/Argumentos y se segmentó en cinco paneles:
- ¿Alicante o Génova? Debate entre post positivismo y realismo jurídico.
- Protección Nacional e internacional de los derechos humanos ¿Derecho común o soberanías en conflicto?
- ¿Aquino o Viena? Ius naturalistas y kelsenianos en el debate jurídico actual.
- Inteligencia artificial, argumentación jurídica y decisión judicial.
- Litigación oral y argumentación probatoria.
Durante 3 días estuvimos escuchando, discutiendo y concibiendo con Manuel Atienza, Juan Antonio García Amado, Pierluigi Chiassoni, Isabel Lifante, Gionanni Battista Ratti, Javier Díaz Revorio, José Chávez-Fernández Postigo, Ricardo Guibourg, Pilar Zambrano, Silvia Barona, Abril Uscanga, Marina Gascón, Juan Sebastián Fajardo, Raymundo Gamma, Mauricio García Villegas y Alejandro Huergo.
Todas y todos ellos, juristas que han dedicado su vida al estudio, la investigación y la reflexión en torno a aspectos muy particulares de la filosofía y la teoría del derecho.
¿Y para qué le sirve a un juez, a un ministerio público o a un juez ir a este tipo de eventos?
Suponiendo sin conceder que en tres días no se puede aprender gran cosa, la riqueza de este tipo de encuentros radica en el horizonte que se abre para los asistentes abiertos al cambio y a la innovación.
Muchas veces la injusticia se cuela entre las grietas de las prácticas inveteradas, cuando jueces, ministerios públicos y abogados seguimos haciendo lo que se ha hecho siempre: mismas fórmulas, mismos escritos, mismas sentencias, mismas formas de imputar y de investigar.
Que el Derecho es cambiante, lo aprendimos como fórmula de hechizo desde la escuela, pero somos en la práctica uno de los gremios más conservadores.
Y fue Atienza el que dijo, no pudiendo haberlo dicho mejor, que no hay nada más práctico para un abogado que una buena teoría.
Y eso es de lo que se fue a discutir al Congreso Silex: la posibilidad, pertinencia, conveniencia y necesidad de dejar de hacer las mismas cosas de siempre desde la práctica, esperando resultados distintos.
Y es que si nos ponemos a pensar bien, el Derecho no es otra cosa más que palabras.
Hacemos las leyes con palabras, construimos un caso con palabras, formulamos una demanda con palabras, sentenciados con palabras.
El Derecho se construye, se enseña, se investiga y se aplica con palabras.
Y por ello el santo grial del abogado es la argumentación y la interpretación.
Esa es la razón por la que Couture dijo que el derecho se aprende estudiando pero se ejerce pensando.
Un abogado siempre está estudiando y pensando; interpretando (cuando haya lugar) y argumentando.
Porque ninguna otra realidad como el Derecho y la impartición de justicia dan cuenta del inmenso poder que tienen las palabras.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca