ANDARES POLÍTICOS: Los Murat en Oaxaca, ¿reelección pretendida?

Benjamín TORRES UBALLE

El viernes pasado se acabaron las especulaciones. Ni Eviel Pérez Magaña ni Gerardo Gutiérrez Candiani, entre otros aspirantes, pudieron recibir la anhelada bendición priista para buscar la gubernatura de Oaxaca. Desde un principio se impuso la amistad de Alejandro Murat Hinojosa con el presidente Enrique Peña Nieto. Así de simple. Ya era un secreto a voces, el cual se expandió a partir de la renuncia del funcionario mexiquense a la dirección del Infonavit. Esa fue la auténtica señal de la unción, pues nadie de los perfilados podía irse por la libre sin previa autorización de Los Pinos.

Mucho se habló de los grupos antagónicos liderados por los ex gobernadores priistas Ulises Ruiz (impulsor del senador Eviel Pérez Magaña) y José Murat Casab, quien evidentemente empujó —hasta lograrla— la candidatura de su vástago, Alejandro Murat. Las diferencias entre ambos bandos por momentos parecieron irreconciliables. Pero en política obran “milagros”, y el pasado 21 de enero Manlio Fabio Beltrones “convenció” a los rijosos para que firmaran un Acuerdo de Unidad por el Futuro de Oaxaca. La decisión a favor de Murat hijo estaba tomada desde hacía semanas, pero había que simular al exterior una cohesión inexistente.

Sin duda, el Revolucionario Institucional va con toda su maquinaria (poder, artificios y mañas incluidas) y los vastos recursos con los que cuenta para recuperar el estado de Oaxaca. La posibilidad de lograrlo es muy alta, sobre todo por el pésimo gobierno de Gabino Cué, que ha permitido cualquier clase de latrocinios en la esplendorosa entidad y que afectaron de manera irreversible el estado de derecho, a la sociedad oaxaqueña, el comercio, el turismo, las inversiones y especialmente a millones de estudiantes que fueron convertidos en rehenes de los intereses mezquinos de Rubén Núñez Ginez y sus incondicionales. El desgobierno en su máxima expresión, pues.

Ahora, la alianza del PAN y PRD para disputar la gubernatura al tricolor no parece poseer la fuerza suficiente para vencerlo en las urnas. Los resultados de las últimas votaciones en que participaron ambos partidos no generan precisamente un optimismo desbordante. Los electores en la bella Antequera están hartos de los pésimos gobiernos que no han sido capaces de detonar el impostergable desarrollo, a pesar de los amplios recursos naturales y humanos con los que cuenta el estado.

Por ello es que los “astros” pueden alinearse en favor del Revolucionario Institucional, a pesar de que su “candidato de unidad” no es sino más de lo mismo: el eterno y deleznable “dedazo”, el grotesco circo de la simulación. Y es aquí donde reaparece de manera franca el latente y peligroso factor que tanto anhelan ciertos gobernadores: las ansias no tan disfrazadas de una posible reelección de facto en Oaxaca.

José Murat Casab gobernó, de 1998 a 2004, la entidad donde nació Benito Juárez. La cercanía con el presidente Peña Nieto derivó de la idea y habilidad del oaxaqueño para sentar en la mesa donde se negoció el Pacto por México a las principales fuerzas políticas del país. Ahí quedó firme en los afectos presidenciales.

Sin embargo, en el 2015 el New York Times dio a conocer, en un artículo, que el gobernador poseía media docena de propiedades millonarias en Estados Unidos. El escándalo se diluyó entre las evasivas cantinflescas del ex gobernador y el transcurrir del tiempo. La mancha indeleble de la sospecha ahí quedó, presente, abierta.

La audacia e inteligencia política de Murat Casab no pueden negarse, al igual que un muy cuestionado prestigio en el que se le ha señalado insistentemente de una riqueza descomunal que, a decir de muchos, sería difícil que la explicara convincentemente. La malquerencia de no pocos adversarios políticos tampoco puede obviarse. Todo suma.

Queda claro que la “sagacidad” de José Murat y, primordialmente, la cercanía de Alejandro Murat con el presidente Peña Nieto llevaron a éste a decantarse por su joven paisano, un hombre de sus confianzas desde que Peña gobernó el Estado de México. Ahí queda la explicación contundente del porqué de la decisión del PRI en Oaxaca: porque así lo quiso, porque así lo ordenó, el verdadero y único jefe del priismo, el que despacha en Los Pinos. Igual que siempre ha sido y será en este arcaico “nuevo” PRI.

A pesar de la insistencia de Alejandro Murat en el sentido de que en caso de ganar las elecciones será él quien gobierne y no su padre, el escepticismo se manifiesta de inmediato. Oaxaca es un reto mayúsculo para cualquier político experimentado. Para un “junior” lo es más. Así que, aunque lo niegue, es evidente que tras sus aspiraciones de convertirse en gobernador está su señor padre, su operador político, listo para asumir paralelamente el poder en caso del triunfo. No importa que sea desde más allá de nuestras fronteras, en lo que podría considerarse —de llevarse a cabo— una reelección disfrazada. Como en el caso Moreira. Así se las gasta el Partido Revolucionario Institucional, el “nuevo” dinosaurio que mueve a México, ése al que no le importa “saltarse” el artículo 116 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en la imposición del clan Murat.

@BTU15

 

 


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