ANDARES POLÍTICOS: 2021, nada bueno en el horizonte

Benjamín TORRES UBALLE

Imagino que el transcurrir de la vida es como una especie de elíptica. Unas veces estamos más próximos a la paz y armonía, en cambio, otras ocasiones nos ubicamos cerca de la desgracia, el infortunio y las calamidades como sucede actualmente en el mundo entero que parece estar cobrando todas las ofensas y agresiones propinadas por la humanidad a través de los siglos.

Hace un año, en el planeta, traíamos resaca por las fiestas navideñas y el inicio del 2020. Nadie imaginaba el desastre que se nos venía encima. Doce meses después hay 1,842,095 muertos a causa del covid-19 y 85,068,700 casos confirmados reconocidos por los gobiernos. Tras cada uno de esos fallecimientos pandémicos, hay tragedias indescriptibles que conmueven al más férreo corazón.

Durante la pandemia causada por el SARS-CoV-2, hemos atestiguado comportamientos miserables de quienes teniendo la responsabilidad y obligación de ordenar las mejores estrategias para frenar al apocalíptico microorganismo, desdeñaron el peligro que representaba –ciertos abyectos aún lo hacen- hasta que la avalancha de muertos les obligó a dejar la estupidez y frivolidad a un lado.

Vemos casos lamentables como el de Donald Trump, o el de Jair Bosonaro cuya ignorancia y veleidad, por decir lo menos, es absolutamente criminal. Así, Estados Unidos (351,452) y Brasil (196,018), ocupan los lugares uno y dos en decesos por la covid-19. Mientras que en contagios, son primero y tercero. Ambas cosas reflejan la incapacidad de un par de gobernantes nocivos.

Pero nuestro país, que ocupa el cuarto sitio a nivel mundial con 126,851 muertes por covid-19, también resiente los graves yerros gubernamentales. Con un presidente que hasta la fecha se niega a usar cubrebocas durante sus propagandas electorales matutinas en Palacio Nacional o en las giras proselitistas; incluso, políticos irresponsables afirmando que el coronavirus no les da a los pobres, solo a los ricos, como lo aseveró Miguel Barbosa Huerta, el mandatario morenista de Puebla.

Mas las sandeces no son monopolio político, los virreyes de la Iglesia también las hacen suyas, así lo demostró Juan Sandoval Iñiguez, cardenal emérito de Guadalajara, quien asegura que el covid se cura con “tecito” de guayaba. Además, presumió que tiene nueve meses sin usar cubrebocas.

El conjunto de perversidades y analfabetismo científico del grupo gobernante, está a la vista de todo el pueblo bueno y sabio. Los resultados de esa mezcla perniciosa tienen enlutados a más de cien mil hogares mexicanos en lo que es un doble “escenario catastrófico” si tomamos en cuenta los dichos y proyecciones del inepto y locuaz subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.

La pandemia, es claro, jamás se ha ido de la república mexicana. El repunte que hoy golpea de manera inmisericorde al Valle de México, integrado por la Ciudad de México y el Estado de México, es consecuencia de la desastrosa táctica oficial para frenar los contagios. Las autoridades, en su afán de evitar costos políticos, han sido permisivas y timoratas con la ciudadanía que no cumple con las medidas sanitarias. Los exhortos, carentes de sanciones, son simples llamados a misa. Por eso, en plena pandemia, hay reuniones numerosas, fiestas clandestinas, o bodas con muchos invitados.

Y la consecuencia son hospitales públicos –y privados- saturados, con enfermos que padecen, además de la enfermedad, un calvario para que los admitan en alguna institución. Ya han salido a la luz casos donde los pacientes fallecieron mientras esperaban en ambulancia a que los recibieran en alguna clínica. En los hechos, el frágil sistema público de Salud está prácticamente colapsado.

El infierno está ardiendo al máximo y aunque la vacuna anticovid es una luz de esperanza, en México esa ilusión es muy tenue. La cantidad de biológicos que ha llegado al territorio nacional es exigua e insuficiente y sólo ha servido hasta hoy, para que el señor presidente y compañía usen las pocas vacunas recibidas con propósitos meramente propagandísticos. La realidad es que la sociedad sigue en la indefensión total; entretanto, los contagios y defunciones continúan imparables.

A la terrible situación que viven los mexicanos, debemos atestiguar actos repugnantes de influyentismo y gandallismo de políticos y funcionarios de hospitales que inmoralmente se vacunaron sin que les tocara o que movieron influencias para que las aplicaran a familiares. En medio de la tragedia aparece el espíritu miserable de integrantes de la clase política y la podredumbre de ciertos directivos médicos. Denunciar y exhibir a estos demonios, es obligado.

Contrario a los deseos, en 2021 seguirán las calamidades e infortunios sobre las espaldas de los mexicanos. Con dirigentes que nada bueno auguran y sólo piensan en sus proyectos políticos por más inútiles que sean para la sociedad. De este modo seguiremos escuchando una sarta de palabras vanas y necias a modo de excusas, mientras en el país sigue imparable la violencia, pobreza, y desigualdad en tanto la voraz clase política sigue viviendo a costa de los mexicanos, llenándose los bolsillos de dinero y ampliando sus imperios inmobiliarios al amparo del poder. Horizonte desolador.

@BTU15 

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