ANDARES POLÍTICOS: Ciudad de México, vuelta al “intrascendente” semáforo rojo

Benjamín TORRES UBALLE

Hace varias semanas, la Ciudad de México y el Estado de México debieron regresar al semáforo rojo epidemiológico, pero no lo hicieron por intereses eminentemente políticos de sus gobernantes. El costo para Claudia Sheinbaum y Alfredo del Mazo es alto, en especial para la morenista cuya cercanía con el presidente López Obrador y su incuestionable lealtad es de todos conocida.

La jefa de Gobierno capitalina forzosamente aguantó hasta que su jefe autorizó ir nuevamente al color rojo. Como científica, la doctora Sheinbaum está más consciente de lo que significa la pandemia y sus efectos devastadores, por ello, tomó decisiones que, aunque positivas, no han sido suficientes para frenar el incremento exponencial de los contagios, como los quioscos para realizar pruebas masivas y detectar los casos positivos con el fin de cortar la cadena de contagios. Loable.

Desde principios del pasado noviembre, comenzó de manera substancial el incremento de hospitalizaciones tanto en el sector público como privado, las dificultades de los familiares para lograr que admitieran al enfermo por covid, se tornaron cada vez más complicadas; en no pocos casos es un doloroso peregrinar de varias horas antes de que el paciente pueda ser ingresado.

Muy rápido llegó entonces la cuasi saturación del mermado y obsoleto sistema de salud, esto forzó a que Sheinbaum hiciera una serie de extrañas piruetas con el color naranja del semáforo, donde inventó una serie de tonalidades que sorprendieron a más de uno. Luego, el impresentable subsecretario de Salud, López-Gatell, salió en su defensa al decir que el semáforo era “intrascendente”. Hoy, el embustero y errático funcionario atestiguó que sí es “trascendente”.

Tras admitir que la ocupación hospitalaria estaba a punto de la saturación y en vías de un colapso, Sheinbaum Pardo y su jefe en Palacio Nacional, reconocieron que era imposible seguir sosteniendo artificialmente el “intrascendente” color naranja en la capital de la República. Así llegó este viernes lo que ningún habitante de la zona metropolitana del Valle de México quería escuchar: Se vuelve al semáforo rojo a partir del sábado 19 de diciembre y hasta el próximo 10 de enero.

Buscar culpables no es nada complicado. La responsabilidad del repunte brutal en contagios, hospitalizados y muertes es prácticamente de todos, aunque hay una parte importante de la sociedad que ha sido rigurosa en el aislamiento y los cuidados de higiene recomendados. Otros, en cambio, por necesidad o diversión, han saturados las calles, plazas comerciales y espacios públicos.

Sin embargo, el gobierno lleva la mayor carga de los 116 mil muertos y más de un millón y cuarto de contagios aceptados oficialmente –aunque según diversos especialistas habría que multiplicar las cifras por 2.5-. Las medidas laxas adoptadas por las autoridades son a todas luces tardías, además de insuficientes. A ello se suman conductas nocivas de ciertos funcionarios, como las del presidente quien se rehúsa al uso del cubrebocas y se ha resistido a cancelar sus giras proselitistas.

Desde luego que resulta profundamente dañino para la economía familiar, las fuentes de empleo, empresas y comercios que se paralice otra vez la actividad; para muchos negocios pequeños será el clavo final del ataúd, en tanto que miles de ciudadanos se quedarán nuevamente sin trabajo, sin ingresos, en un drama que pareciera no terminar. Todo ello, lamentable al máximo.

Ojalá que en la medida de nuestra posibilidades y necesidades, colaboremos decididamente a evitar los contagios con un comportamiento responsable. El gobierno, está visto, no tiene la solución a la pandemia, es incapaz y demagogo, por lo tanto, cuidémonos y cuidemos a la familia. No hay de otra, porque vienen meses aún más complicados y para las autoridades únicamente, si nos contagiamos, seremos sólo uno más de la fría estadística que en el futuro será pretexto para un ridículo memorial.

@BTU15

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