Benjamín TORRES UBALLE
Los políticos terminan estando por encima de lo jurídico
José Mujica
Expresidente de Uruguay
Para el presidente de México, quienes defienden al Instituto Nacional Electoral son “cretinos y corruptazos”, según lo afirmó en su propaganda mañanera de este martes. Las descalificaciones a priori del tabasqueño no son novedad ni sorprenden. Es una estrategia que le ha dado resultados en los años que lleva gobernando. Desacreditar con palabrería ofensiva y virulenta, es muy común.
El origen de su furia actual es que sectores de la sociedad civil organizaron una marcha a realizarse el próximo domingo 13 para defender al INE. Las manifestaciones se llevarán a cabo en diversas ciudades del país. Eso no gusta a López Obrador. Que exhiban sus abusos, errores o caprichos, tanto de él como de su familia, verdaderamente lo saca de quicio y lo trastorna.
Hay un claro antecedente cuando fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México. El 27 de junio de 2004, alrededor de un millón de personas salieron a la calle a protestar por la violencia e impunidad que prevalecía durante la gestión del entonces perredista. En una tremenda pifia política, López Obrador, calificó la marcha como fifí. Es evidente que los movimientos de protesta mucho lo alteran.
Pero los tiempos y la sociedad han cambiado. México, ni la ciudad capital, son los mismos de hace 18 años. La nación vive una de sus épocas más turbulentas de que se tenga memoria en aspectos como economía, lo social, seguridad, salud y, desde luego, la política misma. Actualmente hay más pobres en números absolutos (56 millones, según el Coneval); durante la administración de AMLO se han registrado los años más violentos de que se tenga memoria. Las masacres se tornaron un asunto cotidiano. El sistema de salud público está a años luz de semejarse al de Dinamarca, empero, eso sí, absolutamente empatado al nivel de un país bananero en desgracia.
Así, los recurrentes e injustificados ataques al INE, hacen recordar la tristemente célebre frase de López Obrador, ¡Al diablo con sus instituciones!, la cual revela de cuerpo entero la repugnancia que le causan las instituciones del Estado que no están dispuestas a una obediencia a ciegas. La muestra es cómo ha ido desapareciendo entes autónomos y organismos que beneficiaban a la gente: los refugios para las mujeres violentadas, el Insabi y Instituto Nacional Para la Evaluación de la Educación (INEE), por mencionar algunos entes públicos. El pretexto es la “austeridad republicana”.
Ya en el tramo final de su mandato, López Obrador es aún más intolerante hacia todo aquello que le incomoda. Va generando un torbellino de inquinas y yerros a su paso. Las justificaciones por errores en su trabajo presidencial –que no son pocos- son cada vez más frecuentes. El AIFA, aeropuerto de “primer mundo” según el mandatario, administrado por las fuerzas armadas, no levanta, por el contrario, demanda una millonaria cantidad de recursos para mantenerlo en función.
Igualmente pasa con la refinería de Dos Bocas inundada cada que Tláloc deja caer una lluvia más o menos regular. Además, pasarán años para que produzca el primer barril de petróleo. Un proyecto a todas luces harto cuestionable, tanto en lo ecológico como en el tema de la rentabilidad.
Tocar la obra del Tren Maya, es adentrarse en uno de los caprichos sexenales más controvertidos. Repudiada por la población afectada y no pocas organizaciones de la sociedad y ambientales, dicha construcción está en el ojo del huracán tanto por la devastación ecológica que ha provocado como por la oposición de ciertos pueblos originarios; asimismo, por la inviabilidad que se le augura.
Quizá el motivo del pésimo humor en Palacio Nacional sea el conjunto de todo lo anterior, exacerbado con la mencionada marcha de apoyo al INE el domingo venidero y que paradójicamente coincide con el día de su cumpleaños. Vaya manera de aguarle el festejo al señor Presidente. Aun estando a cientos de kilómetros, las noticias llegarán irremediablemente hasta “La Chingada”.
No existe duda de que la pretendida reforma electoral mediante la cual se pretende meter mano al Instituto Electoral no es muy popular entre la población, especialmente en los sectores medios y altos con mayor preparación académica; en general el INE tiene alto grado de aceptación ciudadana.
Desde luego que el INE, como todo organismo, tiene aspectos que deben corregirse de fondo. Eso no está a discusión. Pero de ahí a que se le pretenda transformar radicalmente de forma convenenciera para satisfacer apetitos e intereses políticos del gobierno en turno, es absolutamente inaceptable. El INE debe permanecer autónomo y lejos de la voracidad oficial, aunque insistimos, con los ajustes indispensables a que haya lugar, empero no debe ser botín político, eso es ruin.
Sería muy saludable para la democracia y el propio presidente López Obrador, que se respetara la autonomía del INE y la voluntad de las mayorías que tienen buena imagen del instituto electoral. El derecho del pueblo “bueno y sabio” a discrepar es inalienable. Aquí no caben triquiñuelas de ninguna clase, mucho menos es aceptable aquello de “no me vengan con que la ley es la ley”.
@BTU15