Benjamín TORRES UBALLE
Hilarante, por decir lo menos, es la forma en que se está gobernando a México. Para responder a los cuestionamientos de periodistas, hace tiempo que ante la falta de argumentos se recurre a frivolidades. Pero no ha quedado ahí, se ha degradado más. De la banalidad se pasó al vodevil mañanero, a una especie de show cómico-musical que sólo entretiene a paleros.
Temas de importancia para la sociedad son respondidos con temas de música popular. Así, el pasado 20 de julio, a propósito de los reclamos estadunidenses en el tema energético, el Presidente ordenó que se reprodujera en su propaganda matutina la canción Uy, qué miedo, del fallecido músico Chico Che, paisano del mandatario. Un modo bravucón y silvestre, impropio de un jefe de Estado.
Es la manera simplona de referirse a un asunto delicado. No es el trato ni la respuesta que el jefe del Ejecutivo debe dispensar al principal socio comercial y vecino, donde radican más de 30 millones de personas de origen mexicano. Todo mundo conoce la alta dependencia de nuestro país respecto a Estados Unidos. Por ejemplo, cuando menos el 80% de nuestras exportaciones no petroleras, son compradas por la Unión Americana. Más de 50 mil millones de dólares en remesas son enviados actualmente desde aquella nación por los connacionales. Además, nos venden gasolina y gas. Tres factores – no son los únicos- que muestran la ancestral disparidad entre una y otra nación.
Asuntos que deben ser contestados con la mayor seriedad, caen en la chacota palaciega. Un recurso muy pobre para despachar lo sustancial que atañe a la sociedad. No obstante, la frivolidad se ha elevado a niveles vergonzosos y no parece tener marcha atrás. Al menos eso parece porque tal acción se repitió el viernes último cuando otra vez resonó en el Salón Tesorería una melodía de Chico Che denominada Que no me quiso el Ejército. El tema musical fue mandado por el Presidente a propósito de que, en documentos jaqueados a la Sedena, se revelaron los diversos males de salud que padece. Mucha ligereza en un asunto de seguridad nacional.
Cuando el mandatario entró ya a su penúltimo año de gobierno, las piezas del tablero político que hasta no hace mucho parecía tener bajo control, se le están saliendo abruptamente de su voluntad política. En ese entorno, los “ataques” se irán intensificando. Y éstos vendrán de varios frentes. Opositores, adversarios, críticos, analistas, politólogos, incluso organismos internacionales no desperdiciarán los gazapos presidenciales para arremeter en contra del huésped de Palacio.
La impronta de una serie de malas decisiones también se refleja en la pérdida del mencionado control que incluye a sus “corcholatas” y otros funcionarios del equipo obradorista. La derrota en el Senado que obligó a retirar su proyecto de seguridad para alargar la presencia militar por cuatro años más, es una pequeña muestra. Los errores tienen consecuencias.
Uno de los más graves errores en el trabajo del Presidente, es sin duda todo lo que ha otorgado a la jerarquía del instituto castrense en el afán de “comprar” su lealtad y apoyo. Sin embargo, sucede que al interior de las fuerzas armadashay descontento por los militares encarcelados a consecuencia del asunto de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala. ¿Hasta dónde aguantarán?
Otra falla es la publicitada venta del avión presidencial. Tras cuatro años de gestión, el Presidente no ha logrado venderlo y a los contribuyentes sigue costando mantenerlo en tierra. Un oneroso capricho de millones de pesos pagado con dinero público aportado por los contribuyentes, igual como sucedió con la absurda cancelación del aeropuerto en Texcoco. Son pifias que se acumulan.
Hoy, las obras emblemáticas del sexenio están bajo el escrutinio de la sociedad. El aeropuerto Felipe Ángeles es, en los hechos, un elefante blanco. La refinería de Dos Bocas, se inunda cada vez que llueve y tardará años en producir un barril de petróleo. En tanto, el cuestionado Tren Maya, cuya construcción arrasa con miles de árboles, según ambientalistas, y atenta contra la flora y fauna, además de poner en peligro sitios arqueológicos ha devorado miles de millones de pesos.
Todos los desaciertos suman y se acumulan como pesado lastre a la hora de calificar el desempeño presidencial. Factores como la Casa Gris en Houston, el más de medio millón de muertos por la pandemia, los miles y miles de asesinatos, ejecuciones y masacres, el dominio del narco en amplias zonas del país, los feminicidios y crímenes en contra de comunicadores, no son para atenderlos con desinterés e incapacidad, mucho menos gobernar en modo Chico Che a través de sus canciones.
Por si fueran pocas las tribulaciones en Palacio Nacional, además de los videos que se supone permanecen en stand by, a la espera de ser filtrados en el momento que sus poseedores lo consideren, tal como sucedió con aquellos donde se exhibe a los hermanos del Presidente, Pio y Martín, recibiendo dinero en efectivo de David León, hay más preocupación palatina por el libro titulado El rey del cash, (el saqueo oculto del presidente y su equipo cercano), de Elena Chávez, quien fuera pareja de César Yáñez (entonces jefe de prensa de AMLO) durante 18 años y que se pondrá a la circulación y venta el próximo 8 de octubre. ¿Pondrán otra canción de Chico Che?
@BTU15