Benjamín TORRES UBALLE
Desde hace tiempo se volvió rutina. La violencia de los encapuchados en las marchas que se realizan en la Ciudad de México, forma ya parte de ellas. Destruyen lo que a su paso encuentran. Con martillos, picos, bombas molotov y petardos, entre otras “herramientas”, esos delincuentes devastan monumentos, edificios públicos, propiedad privada, comercios, escaparates, además de agredir a ciudadanos, policías, medios de comunicación, automovilistas y robar cuanto es posible.
Todo ocurre ante la cada vez más sospechosa tolerancia del gobierno capitalino a cargo de la señora jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, la “corcholata” consentida del presidente López Obrador, quien parece estar más ocupada organizando conciertos populacheros y en su campaña presidencial, que en prevenir los brutales ataques de los vándalos durante las manifestaciones.
Que una horda de transgresores de la ley actúe en absoluta impunidad, necesariamente cuenta con la protección de alguien en la instancia oficial, ya sea por omisión o por acción. Cuando México padece una de las peores épocas de inseguridad y violencia en su historia, en la capital de país se permite que auténticos criminales, porque eso son, aterroricen a la población sin que haya un freno.
El gobierno tiene la obligación inalienable de garantizar la convivencia pacífica y de ninguna manera es aceptable el burdo pretexto de que no se va a reprimir ni coartar la libertad de expresión. Con dos centímetros de frente cualquiera entiende que no se trata de reprimir, sino de aplicar la ley puntualmente, es todo. Cualquier excusa para no cumplir con ello, es condenable politiquería.
Las imágenes que pronto dan la vuelta al mundo, muestran una ciudad donde la anarquía y el caos se dan con facilidad. Al mismo tiempo exhiben la falta de autoridad para contener a quienes rompen el ya de por sí exiguo Estado de derecho en una nación avasallada por la violencia que hasta hoy ha dejado ya 135 mil asesinatos dolosos en la administración obradorista (TResearch).
No se puede presumir de una pretendida transformación si el hasta hoy utópico cambio es en sentido negativo. El gobierno federal ya tuvo el macabro logro de registrar los dos años más violentos en las últimas décadas. Ningún cambio se advierte en la seguridad. La gente se siente insegura en las calles, pero también en sus hogares. Tratar de disfrazarlo no sólo es inútil, sino ofensivo para la sociedad entera. Las justificaciones oficiales, por aldeanas y falaces, nadie las cree.
Por lo tanto, si la señora Sheinbaum aspira de manera seria competir por la Presidencia de México, debe dejar de imitar en todo a su jefe y evitar salirse por la tangente con respuestas nimias cuando se trata de la seguridad de los ciudadanos. La principal demanda –que no la única- de la población que habita en la capital de la Republica, es precisamente la seguridad. Ella lo tiene muy claro.
Los grandes males que padece la sociedad requieren de grandes soluciones. Y éstas vendrán únicamente de un verdadero gobernante, no de una marioneta que sólo sepa aceptar de manera dócil las directrices de otros personajes. Los mexicanos están hartos de políticos silvestres, demagogos e ineptos; ya han visto un enorme desfile de ellos a través de muchísimos sexenios.
Prever es una capacidad que debe tener todo aquel que desee gobernar. Los hombres inteligentes previenen, los tontos no, pues escudan su incapacidad en evasivas. Bajo esta lógica, los encapuchados deben ser detectados con anticipación por la inteligencia policiaca –si es que la hay- máxime cuando existe el antecedente de numerosos latrocinios en que han incurrido durante marchas previas. Son los grupos de siempre, es el mismo modus operandi, la misma impunidad.
Más allá de quién o quiénes patrocinen tales grupos y los fines perversos que persiguen, es impostergable que se aplique puntualmente la ley. La ciudadanía no puede ser rehén de los intereses oscuros ni de la virulenta conducta de sus esbirros. La Ciudad de México, tan avanzada y ejemplar en muchos aspectos, está rezagada en mantener el orden y respeto durante las manifestaciones públicas donde se presentan actos de barbarie como en una nación bananera.
Doña Claudia Sheinbaum Pardo, es una mujer inteligente y preparada, eso está fuera de discusión, pero si deja de tomar decisiones en beneficio de sus gobernados y sigue la línea populista y demagógica marcada desde Palacio, nada bueno le espera en su camino hacia el 2024. La memoria colectiva no olvida que trae a cuestas pasivos muy pesados, como el doloroso asunto de los muertos en el derrumbe del Colegio Rébsamen, así como los fallecidos y heridos en el colapso de la Línea 12 del Metro. Esto no se borra con tequios, conciertos o con mimetizarse respecto a su ídolo político.
Ojalá que la jefa de Gobierno ya supere su adicción de imitar y se dedique, entre otras tareas propias de su puesto, a evitar el terrorismo de los vándalos en las marchas. Querer es poder.
@BTU15