Benjamín TORRES UBALLE
Hace tiempo que en México las masacres provocan mucha risa al señor Presidente. “Ahí están las masacres, je je”, dijo el mandatario en su mañanera del 18 de septiembre de 2020 mientras señalaba con el dedo ante comunicadores –los verdaderos y los abyectos lamesuelas- la portada del diario Reforma que en su primera plana, como nota principal, destacaba: “Suma México 45 masacres”.
Ahí, en esa burla presidencial, se definía con absoluta claridad el derrotero de la barbarie colectiva aplicada de manera recurrente por los grupos criminales en el sexenio obradorista. Lejos de colocarlas en su justa dimensión, López Obrador refrendó así lo que ha sido su política para atender la descomunal inseguridad y violencia cuya consecuencia es el infernal número de ejecutados.
La crueldad con la que criminales masacran a hombres, mujeres y niños es cada vez mayor. Nada parece conmover a los sicarios que no dudan en destrozar cuerpos, deshacerlos en ácido, enterrarlos en fosas clandestinas o incinerarlos. Menos les importa si en sus diabólicos planes está ejecutar a familias enteras, grupos completos de rivales o quienes se niegan a pagar extorsiones.
Un ejemplo muy reciente de tal locura, fue lo acontecido el pasado miércoles en San Miguel Totolapan, Guerrero, donde un numeroso grupo de asesinos –presuntamente integrantes de Los Tequileros-, atacaron con armas de alto poder el Palacio Municipal, donde ejecutaron al alcalde además de terminar con la vida de 19 civiles más, incluido el padre del presidente municipal.
Es el reflejo de la sospechosa impunidad con la que operan los carteles en la República. Una impunidad alentada desde el gobierno mismo que basa su fallida estrategia en dar abrazos y no balazos; incluso, en que la Guardia Nacional proteja a los miembros de tales grupos criminales, como lo enfatizó el presidente López Obrador, bajo el argumento de que “también son seres humanos”.
México es noticia en el mundo por la incontrolada violencia y la devastadora cifra de muertes violentas. Según @TResearch, hasta el viernes último se han registrado 135,714 homicidios dolosos en el sexenio obradorista. Muchas de esas muertes se dieron precisamente a través de masacres.
Con tan vergonzoso y lastimoso escenario, López Obrador está obcecado en no modificar la inservible estrategia de seguridad implementada desde su arribo al poder. Hoy, los carteles que dominan en el país no tienen límite alguno. Realizan sus actividades ilícitas prácticamente sin freno. No obstante la presencia militar en las calles, realmente no se refleja en menor incidencia delictiva.
Tanta barbarie tiene a la nación teñida de rojo por la sangre de los miles de asesinados y masacrados. El enorme fracaso gubernamental al respecto es incuestionable. Y no solamente será la historia quien calificará este abismal yerro, sino también una a ciudadanía harta de la violencia.
Ningún mexicano quiere más violencia. La sociedad está al límite y ese hartazgo puede explotar en cualquier momento. Por ahí ya han aparecido casos donde la población hizo justicia por mano propia, lo que conlleva riesgos y rompe el exiguo Estado de derecho que impera en el territorio.
Realmente lo que se requiere para empezar a frenar el avasallante tsunami de inseguridad es aplicar la justicia sin distingos y de manera puntual. No hacerlo es complicidad por omisión y debe ser castigada. Nada bueno espera a México cuando se defiende y consiente –de manera velada o abierta- a los criminales. Así, no hay armonía, progreso, ni desarrollo.
Más que risas del Presidente, éste debe aplicarse en serio para detener la violencia y las muertes violentas. No hacerlo conducirá a México directamente a un profundo abismo donde la anarquía y el caos serán quienes impongan su ley. Nadie quiere eso en una Nación esplendorosa que cuenta con vastos recursos naturales y el enorme talento de su gente, además de ubicación estratégica.
Desde luego es imposible alardear de un buen trabajo presidencial, si no se ha logrado pacificar al país, por el contrario, la gestión del presidente López Obrador ya tuvo los deshonrosos años más violentos y todo indica que también obtendrá el mérito sexenal en el mismo rubro. Sencillamente es un fracaso que se vislumbra en el horizonte. Cuando el tabasqueño entró al penúltimo año de su gobierno no se ve por dónde y cómo pueda meter en cintura a los grupos del crimen organizado.
La pregunta es simple: ¿AMLO está decidido a que las masacres sigan ocurriendo en México debido a la ausencia de un plan funcional para combatir la inseguridad y violencia, o se atreverá a corregir?
STATU QUO
Se fue Tatiana Clouthier de la Secretaría de Economía, más allá de las causas reales, el hecho es que otra funcionaria muy cercana al Presidente dejó el barco de la pretensiosamente llamada 4T. Es una más, como antes lo hicieron Germán Martínez en el IMSS; Carlos Urzúa en Hacienda y Julio Scherer de la Consejería Jurídica de la Presidencia. Se hace extensa la lista de arrepentidos.
@BTU15