Benjamín TORRES UBALLE
Si hay algo que nos une como mexicanos, es el lábaro patrio, el himno nacional y la festividad del grito de Independencia. De una forma u otra, todos celebramos la noche del 15 de septiembre. Más allá de las diferencias propias de la democracia, por más que ésta sea incipiente y esté en riesgo, las fiestas patrias son un punto extraordinario de feliz coincidencia.
Ver el zócalo capitalino pletórico de gente, es una señal de que la armonía es posible, lo cual es esperanzador en un país polarizado. Muchas voces señalan que parte de quienes estuvieron en la Plaza de la Constitución, fueron “acarreados”; y no hay dudas de que así haya sucedido. No obstante, el resto eran personas de a pie, ajenas a la perversa manipulación de la clase política.
Aunque a cambio de ello deban escuchar las arengas surgidas desde el balcón principal de Palacio Nacional aderezadas con los particulares proyectos del mandatario en turno; así ha sido durante sexenios. No extraña, por lo tanto, que el actual mandatario haya agregado a los “tradicionales” gritos, ¡Muera la corrupción! ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo!, que no está mal, pues son conceptos y conductas absolutamente reprobables que deben erradicarse en toda sociedad.
Pero es el gobierno quien debe poner ejemplo en ello. La congruencia se aplaude cuando las autoridades hacen de ella prioridad. No hacerlo, simplemente es demagogia, populismo, hipocresía y politiquería. Si el señor Presidente dice que muera la corrupción. Está obligado a que esto sea cierto. En su gestión se han documentado casos de corruptelas y “conductas indebidas”.
La cantidad de compras que se realizan en el sector oficial sin licitar, es decir, que se asignan de forma directa, es una forma que se presta a corrupción. Que se permita a funcionarios incurrir en conflictos de interés, es otra vía de corrupción. Ahí está el caso del entonces “superdelegado” en Jalisco, Carlos Lomelí, quien se vio obligado a renunciar luego de darse a conocer que algunos de sus familiares pertenecen a una red de empresas farmacéuticas beneficiadas con contratos millonarios en el gobierno. La Auditoría Superior de la Federación, lo investiga.
Incluso, en el rubro de conductas “inadecuadas”, está vigente y en proceso judicial, el asunto de los sobres con efectivo recibidos por dos hermanos del Presidente. Aunque esto sucedió antes de que el tabasqueño se convirtiera en Presidente, el hecho ahí queda, sin avanzar en la investigación que se supone lleva a cabo la Fiscalía General de la República.
La sobada frase de que “las escaleras se barren de arriba hacia abajo”, utilizada con frecuencia por el jefe del Ejecutivo, en la práctica queda en una retórica meramente demagógica. Las corruptelas siguen presentes en su administración. Aquello de que no son iguales a sus predecesores, es también una frase que tal vez sólo creen sus empleados, fanáticos y seguidores más recalcitrantes.
Y cuando se aborda el tema de la ineptitud, es hacerlo en uno de los flancos más débiles del gobierno obradorista. Esto se explica a que el requisito para ocupar un puesto público, consiste en guardar 90% de lealtad a ciegas y en el mejor de los casos 10% de experiencia. Una exigencia implantada por el señor Presidente. Las consecuencias de esta regla, son los pésimos resultados en áreas fundamentales para el país. Así, vemos funcionarios que, por recompensa, premio o capricho son nombrados inmerecidamente en posiciones privilegiadas de la administración pública. Para comprobar lo anterior basta con echar una mirada a quienes desde la ayudantía del mandatario han sido colocados en altos puestos con sueldos que rondan los 100 mil pesos mensuales o más.
Respecto al populismo, es adentrarse en el inextricable camino de la perversidad política, en la zona más oscura de la ambición del poder por el poder mismo. Un cáncer que socava de manera inexorable a la democracia. Es la forma más infame de engañar a los gobernados para asirse a ese poder que les causa profunda adicción a la mayoría de los políticos, en especial a los de naciones tercermundistas, ahí están, por ejemplo, en nuestro continente, el nefasto Nicolás Maduro, la camarilla de los hermanos Castro y su títere Díaz-Canel y el nefando Daniel Ortega quienes hicieron de la demagogia y embuste el arma para eternizarse en el poder y postrar en la miseria a su gente.
Hizo bien el presidente de México en gritar la noche del 15 de septiembre que ¡Muera la corrupción! ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo!, aunque mucho se le hubiese agradecido que incluyera el “Muera la demagogia, la ineptitud y el populismo”, calamidades que devoran las libertades de los pueblos, el progreso, la economía, la armonía y paz social. Algo de lo que ya ocurre en México.
STATU QUO
Mal le salió al presidente su propuesta de paz para Ucrania, invadida por Rusia desde hace meses y que ha dejado miles de muertos y consecuencias económicas en el mundo. La idea de AMLO fue calificada como un “plan ruso” por Mykhailo Podolyak, uno de los principales asesores del presidente ucraniano Volodímir Zelenski. ¿No sería mejor que López Obrador se concentrara primero en pacificar a México y terminar con la violencia e inseguridad? Es simple pregunta.
@BTU15