Benjamín TORRES UBALLE
Hoy, la caballada está flaca, muy raquítica. Nos referimos a la oposición en México. A cinco meses de que se lleven a cabo las elecciones más grandes en la historia del país, los partidos políticos que difieren del gobierno de Andrés Manuel López Obrador lucen debiluchos, sin el punch suficiente para preocupar en serio al Presidente, también mandamás de Morena, el enemigo a vencer.
Los opositores al régimen lopezobradorista no han demostrado, por lo menos a la fecha, ni decisión, ni estrategia para enfrentar con probabilidades de éxito al partido en el poder. Su táctica se ha reducido a criticar mediante boletines las acciones gubernamentales con las que no están de acuerdo. Muchas ocasiones, señalamientos y protestas se limitan a ser publicadas en redes sociales.
Dueño de la agenda nacional, López Obrador señala en la República los temas que le interesan destacar y aquellos cuyo objetivo es diluirlos de la atención ciudadana. Así lo ha hecho en poco más de dos años al frente del Ejecutivo, sin un contrapeso en serio. Los cuestionamientos que le impactaron surgieron de organismos sociales y de algún sector de la prensa crítica.
A pesar de los abundantes yerros cometidos por el mandatario, suficientes para que ya se lo hubiese comido la oposición, ésta es incapaz de capitalizarlos a su favor. El PRI es un instituto político mortecino sin fuerza para oponerse a la voluntad presidencial. La estela de corrupción que dejaron Enrique Peña Nieto y sus gobernadores, varios de ellos en prisión, son un lastre insalvable además de la extensa cola que tienen muchos de sus funcionarios escudados ahora en el fuero legislativo.
En cuanto al PAN, sus alharacas son sólo eso. Mediáticamente pareciera batallador, empero no hay hechos concretos que le quiten el sueño a López Obrador. Los doce años en el poder parecen haberle enseñado poco. En la actualidad es evidente que carece de la fuerza mínima para restarle poder al inquilino de Palacio. Las divisiones al interior del blanquiazul y la falta de un liderazgo sólido –igual que en el priismo- es un hándicap que pesará en las próximas votaciones.
Pareciera que los partidos antagonistas al tabasqueño están apanicados por su popularidad, la facilidad para voltear la tortilla en asuntos complicados, su discurso incendiario y hasta las amenazas reales y de palabra. Así los mantiene a raya a pesar de las pataletas; de esta forma les tiene tomada la medida y prácticamente los conserva maniatados en la operación política rumbo al 6 de junio.
Mientras el frente opositor no deje de jugar al adversario peligroso y se dedique a construir y ejecutar una estrategia real y eficaz, -más agresiva, sugieren ciertos politólogos- la alianza del PAN, PRI y PRD anunciada en diciembre pasado no aportará grandes frutos en las urnas, mucho menos les permitirá a sus integrantes obtener la cantidad de votos imprescindible que pretenden para arrebatarle la mayoría en la Cámara de Diputados a Morena y acotar al presidente López Obrador.
Hay suficiente “material” de donde echar mano para que en los próximos días, el bloque antagonista posicione favorablemente entre la opinión pública y el electorado su plataforma política. No obstante, debe principalmente convencer a la población de sus propuestas para rescatar al país del cataclismo económico, de seguridad y sanitario en que se encuentra.
Dada la situación prevaleciente, donde han fallecido casi 134 mil mexicanos por covid-19 y más de un millón y medio se han contagiado, lo cual es reflejo de la pésima respuesta del gobierno federal a la pandemia, pareciera que no es tan difícil explotar este delicado asunto a favor de la alianza PAN, PRI, PRD. Y no son conjeturas ni lucro con la tragedia, son hechos y números incontrovertibles.
Igualmente, la desastrosa situación económica de millones de ciudadanos que perdieron sus empleos, negocios y patrimonio como consecuencia de los efectos pandémicos, pero sobre todo por la obtusa visión obradorista de negar apoyo y estímulos a los empresarios, pequeños y medianos para conservar las fuentes de empleo, es otro tema sensible que tiene muy irritada a la ciudadanía.
Otro argumento preponderante que mucho preocupa a la sociedad, es la alarmante inseguridad. 2019, el primer año de López Obrador en la silla presidencial, concluyó como el año más violento en décadas y todo indica que 2020 seguirá la misma ruta. Es definitivo que el presidente ha fracasado rotundamente en materia de seguridad; no obstante se ría de las masacres, son hecho cotidiano.
Y los actos de corrupción e influyentismo en el gobierno morenista no son cosa extraña. Basta recordar los sobres con efectivo recibidos por el hermano incómodo Pío López Obrador y la impunidad que le han dispensado. A ello hay que sumar los proyectos arcaicos e inútiles como la refinería en Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto en Santa Lucía.
Tal como se ve, razones hay suficientes para armar una estrategia electoral inteligente y vigorosa, a menos que la “oposición” insista en acciones aisladas, inútiles y timoratas. Mientras, los días transcurren y el presidente López Obrador perpetúa su campaña con propósitos electoreros, ahora con la manipulación de la vacuna anticovid y el uso de los programas sociales.
@BTU15