CALEIDOSCOPIO: Narcocultura, ¿Prohibido, prohibir?

Guillermina GÓMORA ORDÓÑEZ

“A mí me gustan los corridos porque son los hechos reales de nuestro pueblo. Sí, a mí también me gustan porque en ellos se canta la pura verdad…Soy el jefe de jefes, señores/ me respetan a todos niveles”, así inicia uno de los narcocorridos más famosos, en voz de los Tigres del Norte. Un testimonio musical del México real.

La narcocultura alcanzó rango de “cultura reina”, su penetración controla el mundo de la literatura, la música, la televisión, los videojuegos, la moda, la política, la religión y el cine; sus raíces se encuentran arraigadas a la sociedad. La violencia habita en cada rincón del país, en sus diversas formas y facetas y se reafirma a través del arte. 

Prueba de ello, el narcocorrido, un reflejo de lo que pasa en México y sus protagonistas a lo largo y ancho del país. Historias de vida que inspiran a los compositores. Entre, los más recientes y mediáticos están: “El chapo Guzmán” y sus “chapitos”; Ismael “El Mayo Zambada” y sus “mayitos”; Nemesio Oseguera, más conocido como “El Mencho”, fundador del Cartel Jalisco Nueva Generación y hasta los huachicoleros.

El corrido forma parte de nuestra historia nacional, «La Adelita», «El Moro de Cumpas», «El Corrido de Pancho Villa», «El Caballo Blanco», “El Hijo Desobediente”, “Carabina 30-30”, “Gabino Barrera” entre otros, nos remiten a la cultura popular. Antes eran personajes de la revolución, ahora son los narcos, representados como seres poderosos, impunes.

La narcocultura se encuentra enraizada en las prácticas sociales, políticas y religiosas de la cultura popular mexicana y registra una constante adaptación. Se ha convertido en instrumento de poder y legitimación a partir del cual los criminales confieren legitimidad e impunidad.

Ahora, también están los corridos tumbados que se han colocado en los primeros lugares de las listas de éxitos mundiales. La mezcla hispano-mexicana alentó el nuevo género musical donde las letras abordan temas de amor, lealtad entre los amigos, el consumo de drogas, excesos, dinero y poder. Algunos incluso narran el tráfico de drogas, las disputas violentas de bandas o destacan el rol de narcotraficantes con poder.

Una muestra palpable de la socialización del delito, es lo que sucede en Puebla, Hidalgo y Guanajuato, con los “Huachicoleros”, donde el robo de hidrocarburo es visto como un “trabajo” en el que la gente se involucra, robando, vendiendo y trasladando combustible, obteniendo ganancias económicas sin remordimiento alguno, hasta crearon “La Cumbia del Huachicolero”.

Y como si no fuera suficiente, tienen un aliado celestial: El “Santo Niño Huachicolero”. Los integrantes del crimen organizado también rinden culto a Jesús Malverde, “el santo de los narcos”, con altares en toda la República, donde se le venera. Más de un seguidor asegura que hace milagros. ¿Será? 

Sin duda, los narcocorridos se han convertido en obras de veneración musical por los líderes de los cárteles de la droga y su actividad ilícita. Una memoria social donde se ensalzan las acciones de los traficantes, como si fueran actos heroicos. Toda una apología de la violencia, del poder y del dinero fácil.

Es la narcocultura que impregna la sociedad mexicana y se desliza no solo en las artes, sino también en el modo de vida, como se aprecia en las narcoseries y narco novelas.que se difunden por televisión abierta y de paga. La fascinación por estos productos alcanza una penetración de la televisión de 81% en la población lo que influye en conductas y aspiraciones de millones de mexicanos.  

Como se aprecia, los mexicanos estamos inmersos en una espiral de violencia que demanda algo más que armas y políticas autoritarias que censuren la libertad de expresión y de escuchar lo que uno quiere.  

Quizá para recuperar la paz y por salud pública, debamos atender la sugerencia de Sara Sefchovich, socióloga y escritora, que plasma en su libro “¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México,” donde señala: “Fracasadas las acciones gubernamentales… ¿La única solución está en un movimiento de abajo hacia arriba… enfrentar la delincuencia desde el ámbito familiar, con las armas del afecto”?

@guillegomora


Descubre más desde Rosy Ramales

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *