Rosy RAMALES
Después del Consejo General del INE, el área de mayor importancia es la Secretaría Ejecutiva, cuya persona titular al mismo tiempo funge como Secretaria del máximo órgano de dirección, en consecuencia viene siendo como el brazo derecho en el Instituto, respaldo además de la presidencia electoral.
Entre las funciones de la Secretaría Ejecutiva, destacan: Representar legalmente al INE; preparar el proyecto de calendario integral de los procesos electorales para la aprobación por el Consejo General, cumplir los acuerdos de éste y someter a su conocimiento los asuntos de su competencia; y ejercer la oficialía electoral
Además: Aprobar la estructura de las direcciones ejecutivas, vocalías y demás órganos del Instituto; nombrar a los integrantes de las juntas locales y distritales ejecutivas, así como orientar y coordinar sus acciones; establecer un mecanismo para la difusión inmediata de los resultados preliminares de las elecciones; sustanciar los recursos que deban ser resueltos por la Junta General Ejecutiva o, en su caso, tramitar los que se interpongan contra los actos o resoluciones de ésta.
Y elaborar anualmente el anteproyecto de presupuesto del INE, ejercer las partidas presupuestales aprobadas, proveer a los órganos del Instituto de los elementos necesarios para el cumplimiento de sus funciones, apoyar la realización de estudios a fin de conocer las tendencias electorales el día de la jornada electoral, y actuar como secretaria de la Junta General Ejecutiva, a la cual, por cierto, el Congreso de la Unión dotó de súper funciones electorales aprovechando la reforma a la ley secundaria ex profeso de la elección de integrantes del Poder Judicial de la Federación.
Como ven la Secretaría Ejecutiva del INE requiere de todo un perfil profesional y experiencia probada, porque no es un área de aprendizaje primario, sino un área donde se llega a desplegar capacidad, talento, y conocimientos tanto teóricos como prácticos; incluso, requiere de carácter y habilidades políticas, pues más allá de obedecer a la presidencia del Instituto, tiene trato con las consejerías electorales y representaciones de los partidos políticos.
La recién designada Claudia Arlett Espino reúne el perfil, al parecer. Y llega bien parada porque tuvo el aval de la mayoría de las consejerías del Consejo General, donde las propuestas de la presidenta, Guadalupe Taddei, habían encontrado un dique (por eso, en la reforma judicial los legisladores aprovecharon para darle la facultad directa en el nombramiento de funcionarios del Instituto).
Va de gane con el aval de las consejerías. Porque podrá desempeñar la función sin la traba que implica la desconfianza. Ahora toca a Claudia Arlett Espino corresponder a la confianza otorgada no solo por Taddei, sino por diez de las once consejerías a pesar
de los señalamientos en su contra por una supuesta malversación de recursos; solo Carla Humphrey votó en contra debido a tal asunto legal pendiente.
Arlett viene a llenar el espacio vacante que dejó el último de los secretarios ejecutivos del INE anteriores a la época de la 4-T, Edmundo Jacob Molina, y que fue cubierto por encargadurías de despacho. Ella es la primera titular de la Secretaría Ejecutiva de la nueva era del Instituto, a prueba para darle estabilidad a tan vital área para la autoridad electoral en la organización de los procesos electorales.
Justo cuando el INE se hace cargo del inédito proceso extraordinario para la elección en el 2025 de integrantes del Poder Judicial de la Federación: Ministros, magistrados y jueces (as) en una primera parte, compleja no solamente por la gran cantidad de cargos a elegir, sino por la insuficiencia presupuestal (aunque lo de insuficiencia puede estar en veremos).
Así que Arlett tiene una tarea titánica como brazo derecho en el INE. Se ve difícil el desempeño del cargo.
***