Rosy RAMALES
Ya viene la época de constituir nuevos negocios…perdón, nuevos partidos políticos. La ley establece que la organización de ciudadanos que pretenda constituirse como partido deberá avisar tal intención al Instituto Nacional Electoral (INE) en enero del año siguiente a la elección presidencial. Y ese mes corresponde a 2025.
Cosa que tiene entusiasmadas a personas dedicadas a la política provenientes de partidos que perdieron su registro nacional o que se sienten incómodos en el partido donde militan o donde en algún momento encontraron cobijo.
En esa ruta se encuentra el Frente Cívico Nacional (FCN), liderado públicamente por el ex perredista Guadalupe Acosta Naranjo; donde se ha visto a un cuadro de abolengo panista como Gustavo Madero; donde Xóchitl Gálvez Ruiz encontró respaldo como candidata presidencial, y donde se han acercado trabajadores del Poder Judicial.
El FCN quiere ser una “oposición sólida”, que “represente las mejores causas del pueblo de México”, que defienda “nuestra República, nuestra democracia, nuestras libertades, que están siendo muy amenazadas”.
Todo eso está muy bien. El problema es convencer a la ciudadanía. Primero porque si como perredistas o panistas no pudieron conseguirlo, quién sabe si lo logren como parte de otro partido político. Segundo, porque los partidos se han ganado a pulso la desconfianza ciudadana; uno más, uno menos, da lo mismo.
El Informe País 2020, “El curso de la democracia en México”, hace referencia a que 8 de cada 10 mexicanos no confían en los partidos. “La ENCUCI (Encuesta Nacional de Cultura Cívica) confirma lo que ya es una tendencia de varios años: las figuras de los diputados, senadores, partidos políticos y la policía son las instituciones en las que la ciudadanía confía menos”, cita el resumen ejecutivo.
Y no creemos que en cuatro años el nivel de confianza ciudadana hacia los partidos haya mejorado. La crisis partidista persiste, en la cual seguramente influye esa especie de simbiosis generada por las coaliciones electorales que, por cierto, se han convertido en coaliciones políticas casi permanentes: Ahí están los casos de los partidos aliados en la “Cuarta Transformación” y la oposición, que de no ser por la extinción del PRD, continuarían la alianza con el PRI y el PAN.
Ya no se sabe cuál es la ideología prevalente en cada bando, máxime cuando a los partidos de la 4-T se han sumado (más por conveniencia y sobrevivencia, que por convicción) ex priistas y ex panistas de lo más malo, con sus honrosas excepciones.
En este punto, el Frente Cívico Nacional tiende algo más a la sinceridad, porque, según Acosta Naranjo, será una fuerza política sin definición ideológica. Dijo: “No seremos ni de izquierda ni de derecha, sino vamos a defender causas y valores, aquí cabe gente de derecha democrática, de centro democrático y de izquierda democrática, el valor es la democracia”.
De ‘chile, de mole y de manteca’; una convergencia de ciudadanos de cualquier pensamiento, dogma, o corriente política. ¿El FCN intenta acaso imitar el movimiento impulsado por AMLO convertido luego en el partido Morena? Quien sabe.
Pero sí quiere imitar al partido guinda en la zancada electoral al ganar la Presidencia de la República a tan solo cuatro años de haberse constituido. Acosta Naranjo vaticinó: “Morena nació en 2015 y ganó en 2018, nosotros vamos a salir en 2027 y vamos a ganar en 2030”. En realidad, Morena obtuvo el registro en el 2014.
Sería muy buena una alternancia en el 2030. Pero va a estar en chino que el Frente Cívico Nacional genere un tsunami político-electoral como lo generó Morena en el 2018, porque en el Frente hasta ahora no se ve un liderazgo tan fuerte como el de López Obrador, a quien le llevó al menos 12 años construir su movimiento.
Aunque en política todo puede ser posible. Y tal vez en el 2030 la ciudadanía ahora afín a la 4-T, se haya hartado de los excesos del poder con todo y los programas sociales. Como ocurrió con el PRI después de recuperar la Presidencia de México.
En fin. ¿Cómo la ciudadanía puede confiar en que un nuevo partido político no es otro negocio de políticos, otro modus vivendi?
Los perredistas se acabaron al PRD, unos porque lo traicionaron o simplemente porque le hicieron el vacío mudándose a Morena; otros, porque lo convirtieron en su patrimonio o en la única fuente de financiamiento de sus bolsillos. Por el mismo camino se enfila el PAN.
Acosta Naranjo jura que el FCN será un partido político diferente, donde los líderes no se podrán postular a cargos populares, y donde las candidaturas pasarán por elecciones primarias.
Suena bien. Pero todos ‘doran la píldora’ cuando buscan el aval ciudadano para constituirse como partidos, y la mayoría termina como satélites de los partidos grandes mediante las alianzas políticas y las coaliciones electorales.
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