Rosy RAMALES
Es bueno el proyecto del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca (CCCO), incluso, planteado en el Cerro del Fortín. Sin embargo, su construcción precisamente en ese lugar siempre fue una mala decisión al no contar con el consenso social, y que no legitimó la llamada Consulta Ciudadana, cuyo pírrico resultado no frenó la obra, sino por el contrario.
Días después el gobernador Gabino Cué Monteagudo decide cambiar la sede para construir dicho Centro. Fue un anuncio inesperado, pues desde el inicio de la obra nunca mostró la mínima voluntad de cancelar la edificación en el Cerro del Fortín. ¡Algo pasó!
¿Qué lo hizo cambiar de parecer? ¿Alguna razón técnica? La información oficial asegura que el CCCO “cuenta con toda la viabilidad técnica, así como con los estudios de impacto ambiental, geológicos y geotécnicos, factibilidades y permisos correspondientes”. ¿Entonces? Pues la versión oficial dice que la decisión del cambio de sede ha sido “con el propósito de garantizar la unidad de la sociedad oaxaqueña.”
Es posible. Sobre todo porque la construcción del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca estaba desencadenando temas negativos para la imagen de Cué y su ejercicio de gobierno. Y eso en plena época electoral es totalmente inconveniente, pues el electorado pensaría dos y hasta tres veces refrendar la confianza en un candidato a la gubernatura afín al actual mandatario, o en una coalición de partidos construida desde la entraña de su grupo gobernante.
Además, el malestar social por la construcción de CCCO ya estaba trascendiendo a la esfera nacional, incluso internacional. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ya había emitido medidas cautelares para los artistas plásticos Francisco Toledo y Sergio Hernández, quienes encabezaron la oposición de la edificación del CCCO en el Cerro del Fortín, sobre todo el maestro Toledo, quien goza del afecto y simpatía de buena parta de la sociedad oaxaqueña.
La confrontación con el gobierno, provocó cierto hostigamiento hacia Sergio Hernández, quien denunció que Cué tiene una casita valuada en la módica cantidad de ¡siete millones de dólares!, localizada en la zona exclusiva de San Felipe del Agua, donde la mayoría de los políticos tienen su casa acorde a su alcurnia; casas siempre solas, por cierto, pero que sirven para mostrar riqueza y poder, así como para fines electorales. Claro, el mandatario negó la propiedad de la casita.
En fin, que el tema de la construcción del CCCO estaba cobrando otras dimensiones. Incluso, había solicitud para que la UNESCO emitiera su opinión. Y hasta se proponía que un grupo de ciudadanos se trasladara a la Ciudad de México para solicitar audiencia con el Presidente de México, Enrique Peña Nieto.
El caso se estaba saliendo de control. Y nadie entiende por qué el mandatario solamente oía a su Secretario de Turismo y Desarrollo Económico, José Zorrilla de San Martín Diego.
El tema del CCCO y todo lo demás, estaban terminando con la pizca de “vocación democrática” que aún le quedaba a Cué, las toneladas con las cuales llegó se las gastó durante el sexenio, ayudado por algunos de sus colaboradores.
Sin duda, hay que reconocerle a Gabino Cué la voluntad política mostrada en su decisión de cambiar la sede de construcción del CCCO. Otro en su lugar que le hubiera importado la opinión ciudadana y la presión nacional e internacional.
Pero Cué seguramente no quiere terminar como tirano, sino como demócrata aunque sea con una pizca. De haber continuado con la construcción del CCCO en el Cerro del Fortín, la ciudadanía le cobraría la factura en las urnas electorales. De entrada el tema se hubiera convertido en bandera de campaña de sus opositores. Y si el actual grupo gobernante pierde la elección del sucesor, ¿quién le cuidará las espaldas? Además, una derrota hablaría del fracaso de un gobierno “coalicionista”.
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