Rosy RAMALES
El voto de la diputada y de los diputados priistas en el Congreso del Estado de Oaxaca a favor de la Reforma Judicial, confirma la gran orfandad política en que se encuentra el priismo oaxaqueño. Y los vacíos políticos, se llenan.
Mejor el gobernador de extracción morenista, Salomón Jara Cruz, les da su lugar.
El priismo oaxaqueño está huérfano de jefe político, incluso desde antes de la terminación del mandato de Alejandro Murat como gobernador de Oaxaca, lo cual en la praxis le daba la calidad de “jefe político” de la militancia de su partido: El PRI.
Ese PRI cuya militancia lo cobijó generosamente en el 2016 para hacerlo gobernador de una entidad donde no nació, ni creció; y quien sabe si quería. Vaya, ni siquiera conocía; en varios de sus mítines confundió nombres de comunidades o los pronunció de manera incorrecta, lo cual evidenciaba su falta de conocimiento sobre el estado que pretendía gobernar.
Y lo gobernó gracias al “derecho de sangre”, pues su padre, el ex gobernador José Murat, es oaxaqueño; o al menos eso dice su acta de nacimiento. Y merced a ese ius sanguinis, el mexiquense fue beneficiado con la ciudadanía oaxaqueña y con la candidatura del PRI a gobernador de Oaxaca.
El priismo local operó finamente a su favor, lo arropó y lo llevó al poder. Porque a pesar de ascendiente tan poderoso, Alejandro Murat pudo haber perdido la batalla interna y externa; en ese entonces el PRI tenía un abanico de aspirantes de buena talla: Héctor Anuar Mafud Mafud (q.p.d), Eviel Pérez Magaña, Mariana Benítez Tiburcio, Martín Vázquez Villanueva, Javier Villacaña Jiménez y Samuel Gurrión Matías.
El mejor era Mafud. Y hasta Samuel era mejor que Alejandro Murat, quien ni bien asumió la gubernatura se olvidó de las y los militantes priistas; ni los atendía, ni procuró sus gestiones en beneficio social, mucho menos se reunía con la militancia, que más bien la dejó al garete sobre todo a partir del 2018 en que llega Andrés Manuel López Obrador (Morena) a la Presidencia de la República.
Pobre militancia, que esperaba el cobijo, la atención de su jefe político. No sabía qué hacer, si aguardar sus instrucciones o desobedecerlo. Una vez, tras unas elecciones a cargos populares, candidatos le reclamaron su desatención al priismo y a las comunidades (con lo cual se encontraron en campaña); fue en una cena en el Centro Cultural y de Convenciones.
En fin, esa orfandad se recrudeció cuando finaliza el sexenio de Alejandro Murat, quien poco después formalizó su relación con Morena declarándose ‘fan’ de la entonces candidata presidencial Claudia Sheinbaum Pardo.
El PRI-Oaxaca además estaba sin estabilidad en la dirigencia estatal. Quitaban a uno, ponían a otro. Y así hasta la llegada de Javier Casique Zárate, que de delegado del Comité Ejecutivo Nacional, pasó a presidir el Comité Directivo Estatal junto con la diputada Lizbeth Concha Ojeda; ambos diputados locales electos.
Casique encabezó una protesta en contra de la Reforma Judicial. También fue Liz, pero ella asegura que fue invitada a una guardia de honor y a poner una corona aluvisa al mes Patrio. Y estando ahí el presidente estatal dio un mensaje a favor de los trabajadores del Poder Judicial, pero el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, cuando le tomó la protesta a Lalo Rojas como líder de la bancada, les dijo que las y los diputados en los estados “tenían libre criterio para tomar ciertas determinaciones, que él entendía que una cosa es el contexto nacional y otra, el contexto estatal.”
“El presidente estatal del PRI no se reunió con los diputados para hablar claramente de lo que se trataba, entonces nosotros tomamos nuestro propio criterio”, puntualizó la diputada en funciones y electa.
Uf. Imagínense, eso revela que Javier Casique no tiene comunicación, interlocución, ni entendimiento, con la y los diputados locales. Hay un vacío político interno, una orfandad fáctica de dirigencia estatal; una de las razones por las cuales la militancia se va por la libre.
Él debió haber sido el conducto en la mediación entre Morena-PRI, o PRI-Morena, o PRI-Ejecutivo estatal, en el voto de la y los diputados priistas locales a favor de la Reforma Judicial. Pero, una de dos: O a Casique le da miedo el ‘qué dirán’, no puede desempeñar la dirección del partido, o de plano rompió la relación con la y los legisladores.
Todo eso parece. Porque a veces parece que los Murat siguen mandando, sometiendo, a parte del priismo oaxaqueño.
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