Rosy RAMALES
Llegó el día de la primera transición morenista en la Presidencia de la República, cuya relevancia es precisamente por ser la primera y, además, porque se da en la persona de una mujer: Claudia Sheinbaum Pardo, quien en el minuto uno de este martes, releva a Andrés Manuel López Obrador en la conducción política y administrativa del país.
Eso, en el plano constitucional. Porque en el campo fáctico, hay escepticismo sobre el cumplimiento de la promesa de AMLO de retirarse de la vida pública y política del país; sobre su obligación legal, ética y moral de abstenerse de influir en las decisiones del Ejecutivo, cuyo mando corresponde a Claudia de aquí pa’l real durante seis años.
No hay certeza como ocurría en el PRI, donde era ley no escrita el retiro total del mandatario saliente para dejar en entera libertad al mandatario entrante de ejercer la Presidencia de la República con su propio proyecto de Nación; si acaso el nuevo titular del Ejecutivo, debía cumplir compromisos previamente pactados con su antecesor, principalmente de carácter económico y cuotas en el gabinete.
Aquí, con Morena, en su primera transición presidencial habrá continuidad: Claudia seguirá el proyecto lopezobradorista. No mintió en la campaña, ni ha mentido: Su gobierno será el encargado de ejecutar el “segundo piso de la transformación” del país; el primero lo impulsó AMLO.
Y está bien desde el punto de vista de evitar dejar cosas inconclusas, sobre todo infraestructura carretera, hospitalaria, ferroviaria, portuaria, etc. Ocurría en el PRI, al mandatario entrante ya no le importaba continuar las obras sin terminar del antecesor.
Quizá lo escabroso de la continuidad del proyecto de Nación lopezobradorista sean las reformas constitucionales, sobre todo al Poder Judicial y a la Guardia Nacional. Pero Claudia Sheinbaum puede dejarlas sin efecto o modificarlas, mandando sus propias iniciativas de ley al Congreso de la Unión; cosa que se ve difícil por la lealtad a AMLO.
En fin, esta primera transición morenista es relevante porque por primera vez una mujer asume la Presidencia de la República, entonces hay expectación por saber cómo gobierna una mujer un país tan complejo como México.
Claudia Sheinbaum no es novata; gobernar la Ciudad de México le dio experiencia en administración pública y conducción política. Aunque no es lo mismo gobernar una entidad, que un país, vecino de una potencia como Estados Unidos. Como jefa de gobierno de la capital, tenía además el respaldo de un presidente fuerte como AMLO, de un jefe político con mando absoluto en Morena; ella estará sola en ese sentido
La primera transición morenista presidencial si bien no ofrece casi nada nuevo pues será continuidad, sí genera expectativas porque entra a gobernar una mujer, a quien la ciudadanía le concedió en las urnas el beneficio de la duda de imprimirle “sello propio.”
De hecho, el electorado que votó por Claudia Sheinbaum, votó por la oferta de continuidad; distinto a lo ocurrido en las transiciones priistas, en que la ciudadanía demandaba cambio de partido en el poder, sobre todo en los últimos sexenios del otrora partido partidazo. Claro, ahora Morena goza de apogeo como un día gozó el PRI.
MUJERES EN LOS PODERES
El 1º de octubre dos mujeres de izquierda serán protagonistas de una transición histórica: Claudia Sheinbaum Pardo como primera Presidenta de México, e Ifigenia Martínez, quien como presidenta de la Mesa directiva de la Cámara de Diputados le hará entrega de la banda presidencial.
Ifigenia como mujer fundadora de la izquierda mexicana protagonizará así la materialización de la lucha de las mujeres por llegar al máximo cargo en el país.
Dos mujeres en dos Poderes.
En el tercer Poder, el Judicial, también hay otra mujer: Norma Lucía Piña Hernández. Lástima que ella no encuadre en la 4-T; caso contrario, sería histórica una fotografía con las tres mujeres representantes de los tres poderes en nuestro país.
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