Por Salomón PEREGRINO.
“Los malvados serán extirpados de la tierra y los traidores serán arrancados de ella”.
Alejandro Avilés, actualmente, no puede ni merece ser catalogado como un político de alto nivel. Sin embargo, ha mostrado la suficiente habilidad política para acceder a espacios que muy pocos, con mayor experiencia y sobrada capacidad intelectual que él, han logrado alcanzar.
Después de concluir sus estudios de licenciatura en administración, ingresó al gobierno estatal durante el periodo de Diódoro Carrasco, donde colaboró por breve tiempo. Fue inhabilitado por la contraloría estatal. Y es en ese momento, al llegar al comité estatal del PRI, es donde inicia su cercanía con diversos personajes que le irán allanando su trayectoria partidista.
Ahí conoce a Ulises Ruiz Ortiz, quien lo cobija y hace parte de su equipo de apoyo electoral. Así permanece durante todo el sexenio de José Nelson Murat Casab hasta que URO se convierte en el candidato oficial del PRI a la gubernatura del estado. A partir de este momento, es cuando en realidad inicia su ascenso al primer círculo del poder.
Ulises Ruiz, siendo gobernador, primeramente lo hace diputado local mediante acuerdos y componendas políticas; y posteriormente, coordinador general de las delegaciones regionales de gobierno. Y es en esta última posición, donde Avilés empieza a acumular poder… y dinero. De otra forma, no se alcanza a entender el origen de sus bienes y propiedades personales.
A la conclusión del gobierno de Ulises Ruiz, ya siendo el PRI oposición, Avilés retorna nuevamente a las oficinas que lo vieron partir en el 2004: las oficinas del comité estatal. Su estancia en las oficinas de Santa Rosa, le permiten hacerse en el 2012 de la candidatura a diputado federal por el Distrito de Teotitlán, mismo que, llegada la elección, le toca perder. Pero su perseverancia le permite llegar nuevamente, ahora por la vía plurinominal, al Congreso del Estado, desempeñando el papel de coordinador parlamentario de su bancada.
Esta breve semblanza permite ver, entre otras cosas, que Alejandro Avilés le debe todo lo poco o mucho que ha sido, y que actualmente es, al PRI Oaxaca. Pero ahora, ante la proximidad del proceso electoral del 2016, quiere ser presidente estatal del PRI al costo que sea, cueste lo que cueste.
Su aspriración de suplir a Héctor Anuar Mafud en la dirigencia estatal, no estriba simplemente en inyectarle la urgente vitalidad y dinamismo que tanto exigen los priístas de todo Oaxaca. No, su ambición va más allá del plano político. Las designaciones a los cargos de elección popular dejan dinero a manos llenas por parte de los mejores postores que buscan candidaturas.
Pretender adueñarse del comité estatal del PRI mediante el sector más sensible y de más valioso capital político hoy día en todo partido, los jóvenes, resulta inadmisible para cualquiera. Para ello, está utilizando como carne de cañón a la joven síndica municipal de Santa Cruz Xoxocotlán, Diana Luz Vásquez Ruiz.
La participación de Diana Luz Vásquez en la toma de la sede del PRI el pasado Martes 16, exhibe a todas luces su ignorancia político partidista sobre los tiempos y las formas para exigir y merecer espacios de partido. Y en esa ignorancia, recibe la atenuante a su desbocado proceder.
De Alejandro Avilés nada extraña. Su conducción política es reflejo de traición y deslealtad hacia quienes le permitieron llegar hasta donde ahora se encuentra.
Solo resta esperar la actitud de respuesta por parte de Héctor Anuar Mafud y de César Camacho Quiroz. Posiblemente, el destino de Alejandro Avilés sea muy semejante al que está por alcanzar a Félix Serrano Toledo… de inicio, su destitución como coordinador parlamentario por sus actos de traición partidista… Contra natura.
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