Moisés MOLINA
José Agustín es un bronce y un mármol viviente.
Su vida ha acompañado la historia de México por casi un siglo y vino a Oaxaca a recibir su Doctorado Honoris Causa.
De las biografías más longevas que siguen vigentes hoy en la vida pública, la de él es sin duda la más digna.
Si repasamos su pasado y su presente encontraremos que el sello de su vida ha sido la congruencia.
Hay varios Ortiz Pinchetti en Don José Agustín, a veces sucesivos y a veces simultáneos.
Estudiante de la Libre, abogado corporativista, activista político, militante partidista, escritor, columnista, legislador, asesor gubernamental, secretario de gobierno de la capital del país y hoy fiscal electoral.
Todas sus facetas tienen el común denominador del “demócrata”.
Cuando era imposible incidir en las grandes decisiones si no se estaba en el PRI, Ortiz Pinchetti abrazó la causa más digna que el PRI tuvo junto con la de Colosio y Reyes Heroles: la de Carlos Alberto Madrazo.
Desde ahí, su carrera fue una brega de eternidades que tenía que transitarse cuesta arriba.
Y si hoy es obradorista orgánico, esto es así porque lo fue desde el origen, cuando sólo unos pocos soñadores empedernidos estaban seguros de que un día tendrían la oportunidad de transformar a México desde el poder.
Me atrevo a decir que antes de seguir al hombre, José Agustín siguió su causa. Una causa que prometía justicia social y democracia. No podía ser de otra forma.
Don Agustín ha sido demócrata de campo, no de escritorio. Santiago Nieto deja constancia de ello en su artículo de ayer en El Universal. Por eso su defensa y sus afanes son más apasionados. Porque va más allá del diseño y él mismo es el que diseña.
Ello pasó con el desarrollo incipiente de los tipos penales en materia de delitos electorales que salieron de su mano.
Cuando el frío diseño constitucional se agota, son necesarios mujeres y hombres que le den nueva vigencia. Y eso no se encuentra en los libros sino en el contacto cotidiano con la gente.
Por esa y por tantas otras cosas es que a Ortiz Pinchetti lo hicieron Doctor por causa de honor, que no es un premio a la trayectoria personal y sí un reconocimiento agradecido por sus contribuciones a la vida pública.
En este caso es un reconocimiento a la vocación democrática y democratizadora de toda una vida en los partidos políticos, en los gobiernos, en el periodismo, en el aula y en el INE del cual fue consejero fundador en aquel emblemático 1994.
Sirvan estas líneas para dejar constancia del honor que Don José Agustín se merece.
Ninguna tierra tan propicia como la tierra de Juárez que hoy lo adopta a él y a su familia.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca