Moisés MOLINA*
Gracias a los medios electrónicos y las redes sociales, hoy LA X EN LA FRENTE se lee fuera de Oaxaca.
El espíritu que animó a ponerle ese nombre a esta columna desde 2003 fue rendir homenaje a la memoria de Don Alfonso Reyes, uno de los sabios mexicanos que reunió en una antología, bajo ese mismo título, varios textos que referían la grandeza cultural de México y la singular identidad del mexicano.
Oaxaca también se escribe con X. Y la identidad del oaxaqueño también es singular. Pocos pueblos en el mundo reivindican tanto su orgullo, como el oaxaqueño, a la menor provocación.
En Oaxaca todo el año hay ocasión para exaltar nuestro orgullo, pero el mes de julio es especial. Es el “mes de la Guelaguetza”.
Guelaguetza no es folclor, mucho menos espectáculo. Que no se confunda con los Lunes del Cerro. No son lo mismo.
Guelaguetza es tradición y es costumbre. Tiene que ver con la solidaridad del que da algo porque está seguro de que en su momento será correspondido, no por obligación, sino por costumbre, porque esa es la esencia del oaxaqueño.
Los Lunes del Cerro son las fechas en que las etnias de Oaxaca traen su Guelaguetza, que pasa de ser costumbre intangible a bienes culturales como el baile, la música y los frutos de la tierra y el trabajo artesanal de los pueblos que pertenecen a cada uno de nuestros 16 grupos étnicos.
Hoy, válidamente, la Guelaguetza se ha convertido en una experiencia para los sentidos, una experiencia que cada vez más personas buscan.
Y eso es porque en pocos lugares del mundo es posible traer al presente, en un solo acto, siglos de tradición, arte y cultura.
Por eso en Oaxaca el tiempo es relativo. Oaxaca es una auténtica máquina del tiempo.
Ese solo motivo es suficiente para exacerbar el orgullo de haber nacido y vivir aquí, en Oaxaca.
Porque sabemos que no en todos lados el pasado con existe con el presente, y no en cualquier lugar es posible el milagro de la convivencia armónica entre pueblos tan diversos.
Aquí la diversidad no es disenso ni separatismo. Aquí todos amamos a Oaxaca y queremos seguir siendo oaxaqueños. Y cada julio lo recordamos y lo dejamos claro.
Por ello Oaxaca enamora. No son los bailes, la comida, la música, las tradiciones o sus paisajes. Es su esencia, su mística.
Siempre que se quiera explicar con claridad el término espíritu” hay que hablar de Oaxaca.
Hay cosas en Oaxaca que sólo pueden ser aprehendida con el espíritu.
Eso lo supo bien José Vasconcelos, y por eso hasta la Universidad Nacional lleva en su lema un pedazo de Oaxaca.
Quienes ya conocen Oaxaca no me dejarán mentir y quienes aún no nos visitan, ahora saben que es una de las cosas que hay que hacer antes de morir.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca