Por Cipriano MIRAFLORES
Es de todos sabido que a los militares mexicanos les ha costado trabajo alcanzar cierto grado de institucionalización.
Alejarlos del poder ha costado prudencia, cuidado, táctica y estrategia.
El descuido ha sido meterlos en la lucha contra el narcotráfico desde fines del siglo pasado hasta nuestros días que ayudó a su corrupción.
La vinculación de los generales Rebollo y Cienfuegos con los narcos es solo un ejemplo. Durante el Obradorato pierden su institucionalidad y se convierten en parte de la Mafia del Poder, en parte de la clase política.
De defensores imparciales de las instituciones de la República se convierten en sujetos parciales de un régimen político, cómplices de un supuesto combate al crimen organizado.
Pero esta estrategia cuesta muy caro, sus fauces de recursos públicos no tienen límites, la obra pública no ha bastado, hoy les dan la función de seguridad pública a través de la Guardia Nacional con enormes recursos públicos.
La 4T les rompió la poca institucionalidad que les quedaba y vuelven por sus fueros perdidos a través de la llegada de un Presidente Civil en 1946.
El corrupto Cresencio Sandoval logró imponer al nuevo Secretario de la Defensa. Una élite militar maneja ya la seguridad de los mexicanos, ya su poder no es derivado de la presidencia de la República sino ya tienen su propio Poder.
Ya manejan su propio Poder con cargos públicos y su influencia ha crecido enormemente. Ya las Fuerzas Armadas son adversarios de la oposición política, fueron estratégicos en las pasadas elecciones para Morena y Compañía.
Grave el asunto, AMLO ha cumplido: destruir la institución de las Fuerzas Armadas y corrumperlas para su proyecto.
Así las cosas, en vía de mientras sean rabiosamente felices.