Mariana Martell y Manuel Solís cumplieron diez felices años de vida en común

Mariana Martell y Manuel Solís Revilla cumplieron diez felices años de vivir en pareja. Así que lo festejaron con la familia y los amigos más cercanos, en un linda noche iluminada con lámparas confeccionadas con peceras y veladoras en el interior, las cuales colgaban de un armado ex profeso, en un ambiente a cielo abierto.

Linda y joven pareja. Tan linda como la decoración de las mesas rectangulares a manteles blancos con camino de mesa en color rojo de tela satinada en forma de pétalos de rosas rojas; copas para agua, vino tinto y vino blanco para el brindis; vajilla de porcelana, cubiertos y manteles individuales en blanco y rojo. Además, hortensias blancas colocadas en botellas transparentes y el toque de amor en un solo clavel rojo.

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Los meseros sirvieron un delicioso mezcal Encantado, whisky y clericot, a elegir por los comensales. Mientras tanto, una banda de rock tocaba música acorde para la ocasión. Y en un inter, acompañaron al papá de Mariana (la novia) nada menos que Enrique Martell. Ya se imaginaran, ustedes, que ambiente tan deliciosamente romántico.

En realidad era una recepción bastante familiar: Las personas más allegadas a la pareja. O sea, sus respectivos padres y madres, hermanas, hermanos, sobrinos, los amigos más cercanos, entre ellos el senador Eviel Pérez Magaña y Gabriela, su guapísima esposa; y las lindas parejas de casados y muy enamorados, de David Romero y Paola Rendón, y Hugo López y Rosita. Además de una jovencita muy carismática, que no obstante una limitación física de nacimiento, confecciona perfectas pulseras de chaquira; es parte de la familia y una personita muy querida por todos.

GABI Y EVIEL

La cena que sirvieran estaba exquisita, como que fue preparada por un chef: Crema de brócoli y guisado de carne de puerco acompañado con papa rellena, pastel y café.

Después de la cena, a media luz y a ritmo de música romántica, Manuel le entregó a Mariana un anillo de compromiso porque ella es la persona con la cual quiere envejecer. “¿Qué pasa?”, preguntó una preciosa chiquita de ojos claros, que es la hija más pequeña de ambos, sin alcanzar a comprender del todo ese momento tan importante para sus padres. “¡Se van a casar!”, apresuró su hermanita, de acaso nueve años y tal vez tres años mayor.

Marina, con un amor a flor de piel, sacó entonces una hoja de papel donde había escrito algunas palabras para Manuel, muy, pero muy amorosas y emotivas, mediante las cuales le decía lo feliz que ha sido a su lado durante esos primeros diez años y que ojalá sean otros diez y otros diez y muchos más de diez por toda la vida.

La concurrencia los felicitó y les deseó una vida en común para toda la vida y, claro, que pronto haya casorio.

 


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