Benjamín TORRES UBALLE
Con bombo y platillo anunciaron este martes en Palacio Nacional su “Política Nacional de Vacunación contra el Virus SARS-CoV-2”. Una noticia que, filias y fobias aparte, representa una luz de esperanza en el infierno de la pandemia que azota de manera impía a México y el mundo.
Lo que en principio parece una buena noticia, tiene ciertos aspectos que es necesario analizar cuidadosamente. Por ejemplo, el cronograma mostrando las prioridades para aplicar la vacuna, de acuerdo a necesidades lógicas, es adecuado pues no se inventa nada, es sentido común y se usa el mismo criterio que en naciones avanzadas, es decir, primero el personal médico que está en la primera línea de atención a los enfermos de la covid-19 y en seguida los grupos vulnerables.
Sin embargo, resulta obligado destacar que, según datos de la Secretaría de Salud, el primer embarque contiene 250 mil dosis de la vacuna fabricada por Pfizer/BioNTech, esto servirá para aplicarla a 125,000 personas, ya que a cada una de ellas debe vacunarse dos veces con diferencia de 21 días. La primera fase de la campaña iniciaría la tercera semana de este mes y concluirá en febrero del próximo año. Como se ve, la cantidad inicial de vacunas es mínima.
Hay impresión en la ciudadanía de que realmente se está distante de contar con la vacuna para los 130 millones de habitantes. Mientras que en el Reino Unido ya dio inicio la vacunación masiva, los países en vías de desarrollo, como es el caso de México, enfrentarán complicaciones y trabas para recibir mayores cantidades. Dicho de manera simple, las naciones desarrolladas tendrán acceso más rápido y oportuno a las vacunas gracias a su dinero, poder y liderazgo. Es una realidad inocultable.
Un dato que ilustra la disparidad de lo que sucede en el Reino Unido y México, es que el primero recibió de los laboratorios Pfizer/BioNTech 800,000 dosis y el segundo recibirá 250,000. Mientras que el país europeo forma parte del poderoso e influyente Grupo de los 7, el nuestro está lejos de ello.
Por eso es que el plan presentado por el gobierno lopezobradorista se asemeja a un conjunto de buenos deseos cuya intención es frenar el hartazgo y desesperación de la gente que prácticamente abandonó el encierro, principalmente en las grandes urbes, tal como sucede en la Ciudad de México donde los contagios se incrementaron en las semanas recientes de modo alarmante, igual que en el Estado de México, Nuevo León, Baja California y Zacatecas, por mencionar sólo algunas entidades.
Otro dato, por demás relevante, es que en la república mexicana hay 15.4 millones de personas mayores de 60 años, según información del INEGI publicada el 30 de septiembre de 2019. Si a esos ciudadanos debe aplicárseles la vacuna, significa que se requieren al menos 30.8 millones de dosis entre febrero y abril de 2021, de acuerdo al cronograma presentado por las autoridades sanitarias.
La interrogante es si las habilidades del canciller Marcelo Ebrard harán posible tal hazaña en un mercado internacional con altísima demanda y una oferta limitada. La sociedad seguro que así lo desea. Las 111 mil muertes reconocidas oficialmente –aunque según especialistas la cifra podría ser cuando menos el doble- y casi un millón 200 mil contagios, han sido un costo tremendo en todos los sentidos que dejará profundas heridas indelebles que quizás nunca terminen de sanar.
Así que el gobierno lopezobradorista debe ser muy cuidadoso y no generar expectativas que luego no pueda cumplir. En el marco del proceso electoral más grande la historia, es imposible separar con rigor el manejo político que el Presidente ha dado a la pandemia a la cual ha restado importancia, incluso, no dando el mejor de los ejemplos al resistirse a usar el cubrebocas o suspender sus giras proselitistas a pesar de la crisis sanitaria.
Muchos mexicanos cuestionan la estrategia gubernamental anticovid y no son pocos quienes están enojados por la pésima atención que se brinda en los hospitales públicos a los enfermos de la covid-19; por ejemplo, la tasa de letalidad en el IMSS es dos veces más alta que en instituciones privadas (bit.ly/36XvyjE). La paupérrima estructura, dañada durante años; la falta de presupuestos adecuados al sector salud en la actual administración, aunado a la falta de especialistas y el desabasto de medicamentos por yerros del gobierno federal derivada de una perniciosa austeridad republicana, conformaron un coctel rico en negligencia, y voraz para llevarse miles de vidas valiosas.
Verdaderamente el horno no está para bollos, el presidente López Obrador debe entender y aceptar la dimensión de la gravísima crisis que vive el país. Hablar con la verdad, sin rodeos, es la mejor estrategia para salir del infierno que consume a buena parte de la población. La solución de un problema empieza cuando se acepta que existe.
Falta medio año para que el pueblo bueno acuda a las urnas en junio de 2021, ahí se va a reflejar el enojo y decepción de aquellos que han sido agraviados de diferentes maneras durante la pandemia.
@BTU15
(Imagen: freepik )