El abrevadero de Salomón: Campañas políticas, una jocosa parodia

Salomón Peregrino

“Que escuche el sabio, y acrecenterá su saber; y el inteligente adquirirá el arte de dirigir”.

En estos días, en tono de burla, se podría asegurar que el actual proceso electoral federal en nuestro país, próximo a concluir, es el más transparente en lo que va del siglo XXI. Tal aseveración posee un simple sustento sólido, nadie lo ve.

Este periodo electoral, como nunca antes, ha puesto al descubierto en incontables veces las flaquezas jurídicas y operativas del presente proceso; la ausencia de propuestas objetivas y planteamientos serios de solución a las necesidades más apremiantes que se padecen entre los distintos segmentos sociales; falta de sensibilidad, creatividad, talento e inteligencia. Carencias que exhiben al organismo rector, el Instituto Nacional Electoral, a los partidos políticos y a la abrumadora mayoría de los hoy candidatos inscritos, respectivamente.

Y en los casos descritos líneas arriba, la raíz de todos estos problemas se encuentra en la serie de componendas que suscriben los dirigentes de los partidos políticos con mayor representatividad en el Congreso de la Unión, lo cual, obviamente, conduce a que la ley y las reglas de participación ciudadana sean tan rígidas o tan flexibles conforme a sus elevados intereses personales o de fracción; y jamás, pensando en el impulso real hacia una democracia más participativa, de un nivel acorde a lo que exige la globalización simultánea y a que todo lo anterior se manifieste de forma tangible en beneficio de todos los electores y de toda la población en general.

La suma de lo anterior, conduce a que nuestro sistema democrático de partidos políticos hoy muestre visos de un enfermizo agotamiento social. Y aunque abstenerse de ir a votar o anular nuestro sufragio sea un severo reclamo silencioso hacia todos los directamente involucrados, autoridades electorales, partidos y candidatos; nuestra inconformidad, manifiesta de esta manera, no ayuda para que las cosas realmente presenten un cambio de fondo. No, para que nuestra inconformidad realmente pueda prosperar en el sentido correcto, igualmente exige de organización social y estrategia operativa, de propuestas sólidas y compromisos conjuntos, de creatividad, talento e inteligencia.

Permanecer indiferentes ante el grave problema de identidad democrática y auténtica representación ciudadana que debiera existir entre gobernantes y gobernados, nos continuará manteniendo de rodillas ante quienes, paradójicamente, están obligados a suplicar y obtener nuestra atención y respaldo popular. Las candidaturas independientes, aunque todavía presentan enormes candados para desalentar esta opción de participación, son el primer paso importante para sustituir la anacrónica partidocracia mexicana.

El próximo 7 de junio, nuevamente se vislumbra al abstencionismo como el gran vencedor. El INE, los partidos políticos y, casualmente también, la gran mayoría de los candidatos, cargarán a cuestas no con ese resultado adverso que concede un proceso electoral con alto nivel competitivo. No. Afortunadamente para nosotros, serán solamente ellos quienes carguen en hombros con una enorme derrota que, de actuar con elocuencia y congruencia, debera encauzar múltiples renuncias en cascada; hacia el interior del órgano rector electoral y en todas las cúpulas de los partidos políticos con registro nacional. Nadie de ellos le ha cumplido satisfactoriamente a México. Todos se han mostrado omisos, indolentes e incapaces.

Para el caso específico de Oaxaca, acontece una situación semejante o peor. El INE, partidos políticos y candidatos, han evidenciado en el día a día la pobreza de nivel que hoy les distingue y que mantiene los altos índices de desinterés a las campañas políticas.

Actualmente, en la mayoría de nuestros 11 distritos federales electorales, asemejan haber montado una enorme y grotesca carpa de circo. Donde a falta de animales amaestrados, abundan los payasos sin maquillaje pero con careta de hipocresía; actrices y actores que en vez de provocar risas de gracia son motivo de burla mordaz; donde las carcajadas que despiertan se deben principalmente a la sarta de estupideces que, en la mayoría de los casos, profieren de forma espontánea y natural. Pero siempre, siempre, en la entusiasta busqueda del voto.

Igualmente, hay distritos donde al parecer se ha realizado un adecuado montaje de escenario teatral. Las de aquellas y aquellos que hacen de su actuación un melodrama cotidiano, donde el llanto y los lamentos constantes, procuran propiciar lástima o ternura entre sus espectadores y así poder conquistar el corazón de sus electores. Y por último, los distritos de aquellas y aquellos que han logrado montar un dantesco escenario de guerra o un cuadrilátero de lucha libre, donde el calibre de las armas o el irreverente nivel de los insultos que pronuncian, resulten ser atemorizantes decisivos para sus adversarios el día final de la contienda. En resumen, una pobreza actoral colectiva la que nos obsequian para presenciar a quien cada uno guste en esa disposición voluntaria de tiempo.

Imposible descartar, aunque resulten contadas, las honrosas excepciones que nos impulsarán a salir convencidos a votar. Y será por quienes realmente debemos salir gustosos a votar en familia e invitar a todas nuestras amistades para que hagan lo propio.

Sea cuales sean los resultados definitivos de la votación, todas y todos ellos serán derrotados por la indiferencia que les ha sido prodigada entre la mayoría de los ciudadanos electores. Los partidos y los candidatos que obtengan su constancia de mayoría, más que celebrar deben procurar una seria reflexión introspectiva. Nosotros, los electores, tampoco tendremos mucho que celebrar.

Ese primer domingo de junio, al final del día, tendremos una o un nuevo legislador federal electo; esa misma noche, o al día siguiente, nos habremos de enterar que fórmula electoral obtuvo la mayoría de votos en las urnas electorales: la mejor, la menos mala, la mala o la peor. Sin embargo, lo que se puede anticipar con absoluta certeza desde ahora, es que Oaxaca no tendrá mucho que celebrar. Al tiempo.

Fuera de contexto: Inaceptable, por no pronunciar otra expresión más justa y ofensiva, ha resultado la deplorable expresión racista hacia nuestra gente originaria, raíz e identidad de nuestra orgullosa nación, por parte de Lorenzo Córdova Vianello, consejero presidente del Consejo General del INE. El Congreso de la Unión debe reconsiderar muy seriamente el nombramiento que aprobó a este mal nacido mexicano e ignorante académico en el cargo público que actualmente desempeña, y asumiendo una actitud nacionalista, exigirle su renuncia acompañada de una disculpa pública a todo el pueblo de México.

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