LA X EN LA FRENTE: ¿Qué justicia van a impartir los nuevos jueces?

Moisés MOLINA*

El hecho de involucrar a la población en la elección de nuestros jueces de aquí al futuro, hará que necesariamente se haga más cotidiana y común la reflexión acerca de lo que es la justicia y lo justo. 

Es lugar común decir que los jueces imparten justicia y es sabido por todos que existe un sistema de impartición de justicia. 

Pero muy pocas veces nos detenemos en la reflexión acerca de lo justo y del concepto de justicia, porque no es asunto sencillo y sobre ello han corrido ríos de tinta desde que el ser humano comenzó a hacer filosofía. 

Hay incluso un completo cuerpo de teorías que tratan de desentrañar los significados de la justicia, y filósofos que han dedicado su vida (piénsese en John Rawls, por ejemplo) a la reflexión en torno a ella.

Pero si hoy le preguntamos al vecino “¿Qué es la justicia?”, muy probablemente le dejemos perplejo, o su respuesta no será del todo precisa y categórica.

Y es que para el ciudadano común, más que de justicia, es preferible hablar de lo justo. Es una noción más apegada a la vida que vive y con la cual se siente más cómodo. 

Y es que “lo justo”, a diferencia de “la justicia” le resulta más inmediato, más entendible, más explicable. 

Puede nuestro vecino no saber qué es la justicia, pero sí estar seguro de cuando algo o alguien está siendo injusto. 

Y es que la justicia se ha reducido en nuestro entorno inmediato a una intuición. 

Una de mis lecturas de este año ha sido “El origen de la Justicia”, del procesalista barcelonés Jordi Nieva.

Ahí nos relata desde las atalayas de la biología y la antropología el camino que hemos recorrido como especie, hasta llegar a nuestro diseño actual del juez único que decide un conflicto entre dos partes, que es a lo que se reduce la impartición de justicia.

El argumento que a mí me resultó más revelador es que la justicia es una convención, un acuerdo; es “lo que el grupo considera bueno”.

De modo tal que la justicia como concepto estaría determinada – como de hecho está – por lo que una sociedad considere como “bueno”. 

El problema mayor es que en nuestro entorno inmediato -habló como oaxaqueño y mexicano – “lo bueno” tiene también una fuerte dosis de relatividad. Y generalmente solemos confundir lo justo con lo que es “bueno o conveniente para mí”.

Así, una decisión del juez es generalmente tenida por justa cuando me favorece e injusta cuando me perjudica. 

Y con ello tiene que ver que la función de juzgar sea tan impopular. 

¿Cómo vienen las cosas ahora que los jueces entren en la lógica de la política y los procesos electorales?

¿Cómo acredita el juez ante su electorado que ha cumplido con su promesa de campaña de ser justo, si el producto de su trabajo va a dejar a alguien siempre derrotado?

Estamos frente a un cambio de naturaleza de la función judicial tal como la conocemos. 

El juez deberá seguir siendo objetivo, pero sin ser frío; tendrá que seguir siendo imparcial, pero empático; habrá de seguir siendo independiente, pero abierto al diálogo; deberá seguir estudiando y formándose para ser técnico en su proceder, pero no deberá dejar a nadie sin comprender lo que decide y por qué lo decidió así. 

Hoy lo jurídico -y propiamente lo jurisdiccional – será parte del proceso político. 

De ahí que los jueces tendrán que aprender a vivir en política (en la mejor acepción del término) lejos ya de esas ciudades amuralladas en donde cómodamente solían “decir el derecho”. 

*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca 


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