Carlos VILLALOBOS
Era una tarde cualquiera, de esas en las que el sol de Oaxaca de Juárez parece abrazarte con toda su fuerza y donde la vida transcurre a un ritmo peculiar: ni lento ni rápido, pero siempre lleno de historias. Caminaba con mi compañera de vida por la zona norte de la ciudad, sin embargo, la necesidad, como suele suceder en los momentos más cotidianos, se presentó de forma urgente y simple: requeríamos un taxi que nos llevara a la zona metropolitana; nada extraordinario, ni un destino fuera de lo común. Pensamos que sería algo sencillo ¡Grosso error!.
Hicimos lo que cualquiera haría, le hicimos la parada al primer taxi que vimos, pero bastó que el conductor escuchara nuestro destino para aplicar el ya clásico “¡Híjole, joven, para allá no voy!” y arrancarse sin más. En ese momento, el meme del taxista chilango dejó de ser un chiste para convertirse en una realidad palpable, se hizo canon de golpe.
La experiencia me dejó pensando. Oaxaca, una ciudad que en los últimos años ha crecido exponencialmente, no solo en tamaño, sino en actividad económica, población y turismo, sigue enfrentándose, a uno de los grandes pendientes de las ciudades en desarrollo: el transporte público. Y es que, mientras esperábamos otro taxi que nos llevara a casa, no podía dejar de reflexionar en cómo una experiencia tan sencilla como tomar un taxi puede convertirse en un microcosmos de los problemas estructurales que afectan a la capital oaxaqueña.
Hablar de transporte público es abrir la puerta a una serie de debates y reflexiones que van desde la calidad de las unidades hasta la urgencia de una planificación urbana que esté a la altura del crecimiento que estamos experimentando. La Secretaría de Movilidad, por sus siglas SEMOVI, después de décadas de abandono en este tema, en tan solo dos años ha dado pasos importantes, como la implementación del Citybus, una especie de primo lejano de los sistemas de transporte masivo que encontramos en otras ciudades, como el Metro. La promesa de más unidades y rutas ha sido bien recibida, especialmente en los famosos grupos de WhatsApp organizados por ciudadanos, donde se monitorea dónde viene el “Tío Citybus”
El transporte no es simplemente una cuestión de mover personas de un punto A a un punto B, es mucho más que eso. El transporte público es una pieza fundamental en el engranaje del desarrollo social, económico y cultural de cualquier ciudad. En un lugar como Oaxaca, donde las distancias pueden no ser enormes, pero los tiempos de traslado sí lo son, la conectividad se vuelve un factor determinante para la calidad de vida de sus habitantes.
Piénselo por un momento: una persona que vive en la periferia de Oaxaca y trabaja en el centro de la ciudad puede pasar, si bien le va, fácilmente una o dos horas al día en el transporte. Eso, sumado a las largas jornadas laborales, deja poco margen para actividades recreativas, familiares o educativas. El tiempo que gastamos en trasladarnos no es un capricho, es un recurso valioso que impacta de manera directa en nuestra calidad de vida. Menos tiempo en el transporte significa más tiempo para nosotros, para nuestras familias, para crecer como individuos y como sociedad.
El desarrollo de un buen sistema de transporte no solo tiene que ver con unidades nuevas o rutas ampliadas. También implica planificación, educación vial, y, sobre todo, visión a largo plazo.
Volviendo al episodio del taxi, al final logramos llegar a casa, pero la reflexión quedó instalada. Si algo dejó claro esta experiencia es que el transporte no puede seguir siendo un tema que se resuelve al aventón. No podemos seguir dependiendo de la buena voluntad (o mal humor) de un taxista, ni de la paciencia infinita de quienes esperan un camión que a veces nunca llega. Necesitamos entender que el desarrollo no solo se mide en edificios, parques o centros comerciales, sino también en la capacidad de sus habitantes para desplazarse de forma digna, eficiente y accesible.
El reciente anuncio del gobernador Salomón Jara Cruz sobre la adquisición de más unidades para el Citybus es un paso en la dirección correcta. Necesitamos insistir en una movilidad integral, en ciudades que piensen más allá de los autos particulares y apueste por un transporte público que realmente lo sea, es decir, que beneficie a todas y todos.
Porque, al final del día, la movilidad es mucho más que un tema técnico. Es un reflejo de nuestras prioridades como sociedad. Aunque ahora parezca un sueño lejano, yo imagino un Oaxaca, y en general un México, donde nunca más tengamos que escuchar un “para allá no voy, joven”, y donde la conectividad sea el puente hacia un futuro más brillante, más justo y más humano.
Así que la próxima vez que vea pasar un Citybus(o su equivalente regional), piense que no es solo un vehículo más. Es una pieza del rompecabezas que, poco a poco, nos acerca a la conectividad que todas y todos nos merecemos. ¿Vamos a llegar? Espero que sí. Pero para lograrlo, necesitamos seguir moviéndonos, no solo en el transporte, sino en nuestra mentalidad como sociedad. Porque el desarrollo no espera, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
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