Rosy RAMALES
Luego de tres horas dejamos la carretera y dos horas más fue subir casi a vuelta de rueda por un sinuoso camino que más bien parece vereda; los vehículos tienen que pararse en pedazos de tierra estratégicos para dar paso al que viene en el otro sentido. Así que llegar al municipio de Santa María Quiegolani es toda una proeza sin miedo a las profundas barrancas; pero ya en ruta solo queda encomendarse a Dios.
“Nosotros ya tenemos carretera”, comentó en algún momento la diputada de izquierda Aída Valencia, quien gustosa fue con su compañera de Legislatura Federal, Eufrosina Cruz Mendoza, del Parido Acción Nacional (PAN). Aída no lo dijo, pero su tierra natal, San Agustín Loxicha era otro de los tantos y tantos municipios oaxaqueños abandonados por los gobiernos Estatal y Federal; carecía hasta de lo más indispensable y solo hasta cuando surgió ahí el autodenominado Ejército Popular Revolucionario (EPR) las autoridades voltearon los ojos a los Loxicha. Y luego los funcionarios no encuentran la causa de la rebeldía de los pueblos indígenas.
Rumbo a Santa María Quiagolani, y en buena parte de este municipio, la tierra es color arena y tan árida que el otoño se ha estacionado manera permanente en los árboles de cortezas color cobre sin hojas y sin nidos. Tal vez florezcan cuando empiece la época de lluvias, pero dicen que generalmente son así, de aspecto seco.
A Eufrosina y a Aída, luchar por conseguir mejoras y beneficios para sus comunidades se les ha vuelto causa común independientemente de sus ideologías, pertenencias políticas y religión. Y causa común también ha hecho Rocío Sánchez Azuara, conductora del programa “Cosas de la vida”, que se transmite por Televisión Azteca; quien iba en la comitiva rumbo a Santa María Quiagolani, cuyo significado es “piedra grande sobre el agua”.
La rubia de ojos claros acompañó a Eufrosina guiada también por su origen humilde, nacida igual que las diputadas, en una agreste sierra; pero ella en la de San Luis Potosí. Ella, Eufrosina, Aída, algunos otros periodistas y el equipo de producción de Televisión Azteca, desayunaron en un pequeño restaurante que se halla sobre la carretera casi para entrar a la desviación hacia Santa María Quiagolani. Varios comensales y los dueños del restaurante no perdieron la ocasión de tomarse la foto del recuerdo con las visitantes.
Luego continuaron el viaje rumbo a Santa María Quiagolani, cuya cabecera municipal se asienta en lo más alto de los cerros, donde con la mano podrían tocarse el cielo. Ahí la población las esperaba con música y comida y todo el cariño de quien agradece una visita. Las señoras abrazaron efusivamente a “La China”, como conocen a Eufrosina, no en referencia a su cabello, sino en un diminutivo del nombre. Sus hermanas, su mamá, le extendieron los brazos dándole la bienvenida.
Las mujeres de Santamaría Quiagolani y de varias comunidades aledañas congregadas ese día, se arrebataban también un saludo, un abrazo, un beso, de Rocío Sánchez Azuara, quien se dejó querer y también las trató con mucho cariño. La conductora de televisión vestía pantalón de mezclilla, una blusa multicolor tipo playera y zapatos bajos, y lucía una trenza confeccionada con su cabello y estambre azul cielo.
Bajándose de la camioneta, Eufrocina, Rocío y Aída fueron recibidas con cálidos abrazos y pequeños ramos de alcatraces blancos. Mientras una banda ambientaba con música de su pueblo y un grupo de señores le ofrecía un mezcalito a la conductora de televisión, la cual lo tomó haciendo el natural gesto cuando la bebida es fuerte y no se acostumbra; pero no desairó a los señores.
La visita coincidía con una especie de mayordomía que se acostumbra realizar en el pueblo los viernes de cuaresma. Por eso las señoras jalaron a las diputadas y a la conductora de televisión hacia la cocina, donde ya estaba lista la comida hecha en grandes casos. Había molito rojo y arroz blanco, además agua de tamarindo.
De ahí, se trasladaron a las instalaciones de un centro educativo marista donde se imparten clases de nivel primaria, secundaria y preparatoria. En la entrada del centro, mujeres, hombres, niños y niñas, dieron la bienvenida a Eufrosina, Rocío y Aída. Y vieran con qué cariño le gente que ahí esperaba les regaló bolsitas con aguacates, redecitas de mecate y algunas frutas silvestres.
En el lugar estaba un tráiler con la leyenda “Centro de Ayuda Universal”, repleto de cajas con despensa y cobijas. Rocío Sánchez Azuara consiguió esa ayuda, pues tiene el contacto con dicho Centro de origen chileno. Ya en el uso de la palabra, en un improvisado templete a ras del piso, formado más bien con asientos y cajas de madera –-propias para guardar tomate o fruta— adornadas con alcatraces blancos, Rocío explicó que hace tiempo conoció ese centro mediante su esposo, que es chileno.
La gente estaba sentada en sillas dispuestas con vista hacia la cima de los cerros y bajo un toldo de lona. Escuchaba con atención a la conductora de televisión, la cual les habló de los derechos de los indígenas, de los derechos de las mujeres y también les platicó algo de su vida cuando ella era niña y vivía en la sierra de San Luis Potosí, y lo que tuvo que trabajar para sobresalir en la vida.
Una persona traducía en zapoteco. Rocío se refirió a Eufrosina como una mujer con una trayectoria de lucha por los pueblos indígenas; por mujeres, hombres, niños, niñas. Pero sobre todo por la defensa de los derechos de las mujeres indígenas. Aída también se refirió a su compañera de Legislatura casi en los mismos términos y le dijo a los presentes que “La China” ha estado, incluso, en las Naciones Unidas luchando por el reconocimiento pleno de los derechos políticos de las y los indígenas. Y que ojalá supieran valorar esa lucha.
Y al parecer sí, porque ya en el ayuntamiento de Santa María Quiagoani hay cuatro mujeres concejales, dos propietarias y dos suplentes. Aún no hay paridad, pero van en ruta de la equidad. “La China” abrió el camino cuando intentó contender para presidenta municipal y la llamaron “loca y revoltosa”.
Eufrosina, vestida con pantalón de mezclilla y una blusa común y sencilla, cuando hizo uso de la palabra, les dijo: “Para qué quieren ver mi cara, cuando yo debo estar ahí, en la Cámara de Diputados, en el Distrito Federal, peleando porque se hagan las leyes para los indígenas, peleando porque nos aprueben la carretera, un hospital de primer nivel, porque los indígenas también somos de primera…”
Seguramente, tiempo atrás, Eufrosina fue una niña como las que sentadas en el piso jugaban y escuchaban sentadas en el piso. Pero a falta de escuelas en Quiagolani, salió de aquí a los 12 años para trabajar y estudiar en Salina Cruz, donde su vida fue muy difícil. Luego en la capital oaxaqueña estudió Contaduría Pública apoyada por una beca de Conafe.
“La China” habló de manera vehemente sobre la carretera que tanto le hace falta a Santa María Quiagolani. Es su sueño, uno de tantos. Porque ha habido casos de personas que mueren porque no hay la atención medica requerida o porque la falta de una carretera les impide llegar a un hospital tan a prisa como la agonía del enfermo.
Cuando uno escucha hablar a Eufrosina, así como lo hizo en su tierra, uno se pregunta: ¿Y qué hace en el PAN? Un partido de derecha donde ella encontró cobijo en el sexenio presidencial anterior seguramente más por una necesidad política del partido, que por un real interés de apoyar la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y de las mujeres indígenas.
Sin embargo, se ha puesto la camiseta. Pero su lucha por los derechos de los pueblos y de las mujeres indígenas, no tiene color. Tan no lo tiene que en algunos lugares, en algunos círculos políticos, ya la empiezan a ver como un cuadro para la sucesión gubernamental.
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